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En su seno combaten lo existencial y lo inquietante como factores de una misma ecuación. Pero es en el espacio, en el entorno, en lo ... periférico como paisaje y como metáfora donde reside lo interesante, lo magnético, también lo ocasionalmente trascendental del filme. La ficción discurre en un lugar geográfico, una isla italiana, pero sin nombrar, un no lugar en el fondo que crece o se reduce en función de la pareja protagonista, sus emociones, dudas, ritos y gestos.
País Polonia
Año 2021
Duración 113 minutos
Dirección Agnieszka Woszczynska
Reparto Dobromir Dymecki, Agnieszka Zulewska, Jean-Marc Barr y Alma Jodorowsky.
Género Drama
Sala Los Ángeles
El filme de la cineasta polaca Agnieszka Woszczynska, otra ópera prima rescatada ahora en cartelera, posee evidente deudas con el cine de Antonioni, aunque con inteligente mirada alterna lo psicológico con las ventanas abiertas a sugerentes tramas, elipsis, sombras e intuiciones que nunca acaban de confimarse por el espectador. Todo el filme se construye así en una sucesión de solapadas sospechas. Y también puede ser objeto de elogio y de censura por igual la coexistencia en su argumento de paradojas, contrastes y contradicciones de la pareja de turistas que edifica 'Silent land' y la descripción de ese hábitat que la acoge y envuelve.
La cinta gana cuando pone el foco en la relación de los dos personajes frente a cierta dispersión de lo exterior o ajeno. Son esos silencios e indecisiones los que construyen el paisaje emocional, afectivo, el juego de mentiras y secretos que va desvelándose tras un suceso y su carga accidental. Las miradas, los encuadres, los sonidos (ruido y silencio) ejercen de elocuentes vínculos y distancias que se anteponen a los diálogos. Hay algo del cine de Haneke en esa poética de las estancias, en una depuración perturbadora que aporta o merma el pliegue de realidad y deseo.
El clasismo, las fronteras entre lo europeo y lo que intenta venir de fuera, el concepto de asidero, refugiado y propietario, la figura del turista prepotente son factores que subyacen en esa melancolía de lo imperfecto que va dibujándose en el fuera de campo de la pareja perfecta. De forma sinuosa y lúcida, Woszczynska no incide en la presencia del extraño que accede a la casa, sino en la extrañeza del hombre y la mujer y las afirmaciones y negaciones de su propia relación. El espectador accede a ello como si estuviera ante un acuario y unas veces fuera el observador y otras el pez. Un susurro azaroso cruza un filme que se mueve entre el mar y la escasez de agua, entre lo privado y lo público, y entre la palabra imprecisa y la precisión de esa pausa muda que contiene todas las voces.
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