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Es asombrosa la capacidad que posee Ruben Östlund para generar escenas con un rictus de genialidad, de inspiración y de gestualidad únicas. Quizás reside en ... esa mezcla de extrañeza, sutileza, sofisticación y descarnada disección que desprenden muchas de sus imágenes. Su nuevo artefacto tan inocente como cruel, tan demoledor como llevadero, 'El triángulo de la tristeza', es un cachondo retablo de sátira y comedia negra con su amargura dentro, que revela la banalidad, la superficialidad, la estupidez y, una vez más el rostro de poder y vacío, dinero y pose, esa zafiedad lujosa del primer mundo.
País Suecia
Año 2022
Director Ruben Östlund
Fotografía Fredrik Wenzel
Reparto Harris Dickinson, Charlbi Dean, Zlatko Buric, Dolly De Leon, Woody Harrelson, Vicki Berlin
Género Comedia
Sala Los Ángeles
El cineasta sueco firma un elegante viaje el epicentro de la tierra de lo pueril y vulgaridad mediante un tríptico que empieza en un retrato de la moda, tan mordaz como certero dardo; prosigue en un crucero de millonarios (rusos) bañados en su ordinariez, y concluye en una especie de isla de supervivientes y tentaciones (la más floja). En su cine hay mucho del Haneke quirúrgico pero más desatado y burdo, y también de ese desparpajo provocativo de las primeras películas del Dogma con Trier a la cabeza. La ferocidad de las sátiras de Östlund, más contundente en 'Fuerza mayor' (el turismo de resorts) y, sobre todo, en 'The Square' (el mundo del arte), se fija ahora en la ecuación que funde codicia y estupidez, esa construcción de avaricia y vacuidad, del afán de protagonismo de la sociedad actual y la futilidad imperante.
Lo inane y lo inútil bendecido por los privilegios configuran esta historia de pasarela, yate de lujo con tripulación esclava e isla desierta. Solo por ese preludio de modelos masculinos semidesnudos entrevistados, 'El triángulo de la tristeza' – las arrugas en el entrecejo– ya merece elogios en su despiadada mirada que por supuesto extiende en general a toda la sociedad. Oligarcas, ricos gracias a abusos de todo tipo, influencers son objeto de su ácida inmersión en un desvergonzado retrato coral. La conversación sobre el dinero de una pareja es una de las muchas tormentas perfectas que el cineasta logra presentar en bandeja, incluyendo una escatológica zona central y esa especie de parábola, al modo 'señor de las moscas' del último tramo.
La crítica, el discurso político, algo de filosofía y, ante todo, la burla jocosa marca de la casa envuelven una cinta de risa reflexiva. Frivolidad y parodia. Hipérbole y ridículo. Östlund dinamita todo lo que se pone por delante. Puede pedirse más hondura y poso. Pero su diatriba se antoja necesaria: zarandea, irrita, incomoda y agrieta ese tándem asociativo: sociedad/suciedad.
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