Crudo y lúcido espejo
Bonifaz. Filmoteca de Cantabria ·
El actor de 'La semilla del diablo' rodaba por las noches una de las indagaciones emocionales más claras. Cassavetes se reiría hoy del conservador cine indieSecciones
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Bonifaz. Filmoteca de Cantabria ·
El actor de 'La semilla del diablo' rodaba por las noches una de las indagaciones emocionales más claras. Cassavetes se reiría hoy del conservador cine indieEl actor que hizo de marido de Mia Farrow en 'La semilla del diablo', esa obra maestra de Roman Polanski, sí ese, John Cassavetes, invertía el dinero que ganaba como intérprete en proyectos personales, de ideas claras que se deslizaban hasta el epicentro de la ... condición humana. Lo que en principio se pensó en rodar en apenas 30 días, 'Faces', tercera incursión como cineasta del director que ha pasado a la historia como pionero de cine independiente, se acabó convirtiendo en una empresa tan ambiciosa como azarosa, cuyos principales asideros, caso del montaje, se prolongaron durante años.
Año 1968
País EE UU.
Dirección y guion John Cassavetes
Reparto John Marley, Gena Rowlands, Lynn Carlin, Fred Draper
Género Drama
De una aparente fragmentación, de historias que se van enredando, afloró un filme deficiente técnicamente por los escasos medios, pero brutalmente rotundo en su capacidad para zarandear un doble relato de engaño y traición alrededor de un matrimonio, convertido en un caleidoscopio múltiple, inagotable, donde el dramatismo más desgarrado queda a la intemperie. Y una cámara convertida en un sherpa que se adentra en la piel, la mirada, en las capas silentes que subyacen a la verborrea absolutamente superflua. Ese ruido envolvente recorre una historia de retazos que poco a poco parecen ir adquiriendo una coherencia, un juego de eslabones casi invisible donde asoma el ADN del drama de la decadencia, de una descomposición.
Pero Cassavetes, que llegó a rodar 150 horas, la mayoría en su propia casa, utilizando el garaje como espacio para el montaje y con una mezcla de técnicos/actores, se mueve cámara en mano entre la risa y el llanto, siempre elegante y con una transparencia sutil a la hora de desnudar la esencia del desamor, de la necesidad de amor, de la búsqueda de algo bajo pliegues de patetismo. El cineasta de 'Una mujer bajo la influencia' siempre dijo que más allá de un argumento concreto su cine trataba de atrapar lo que no sabemos. Visceral y radical, áspera, con una imagen de un grano superlativo y una extraña agitación de inmediatez y de asfixia, 'Faces' parece alumbrar la oscuridad de las vidas, en su cercanía reconocible y triste. Cassavetes sostenía su creación, pese a las dificultades, en un principio de claridad: «Nunca nada es tan claro como se ve en el cine.(...) El cine es una investigación sobre nuestras vidas». Y en eso 'Faces', aunque no sea la mejor película del director, es ejemplar: Su crudeza nace de su espejo directo. Parece una improvisación pero detrás había la escritura de un perseguidor cortazariano. Una secuencia de emociones, nocturna y febril.
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