De cuñados y grupos de WhatsApp
'Padre no hay más que uno' | Dirección: Santiago Segura; Género: comedia; Salas: Cinesa y Peñacastillo
Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 5 de agosto 2019, 11:55
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Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 5 de agosto 2019, 11:55
Es una comedia doméstica domesticada que aparenta crítica y se queda en gestos y en señales. Remake de la argentina 'Mamá se fue de viaje', contiene guiños irónicos de homenaje a 'La gran familia' al tiempo que no esconde referencias metacinéfilas que salpican a menudo ' ... Padre no hay más que uno'. Es más intensa y acertada la capa satírica (aunque poco explotada) que atraviesa la nueva comedia familiar de Santiago Segura que la insistencia en el gag o en buscar la carcajada en cada suceso de esta cinta sobre roles y tiempos generacionales, enredada en un presente de móviles y grupos de whatsApp. Uno de los problemas básicos es que el punto de partida es pésimo, con escaso gancho y atropellado y ello retrasa el acceso a la comedia y su tono, a las voces plurales y trampas que el cineasta de Torrente y su guionista, Marta González de Vega, otorgan a su filme, más inspirado en la segunda parte. No obstante, incide en escenas muy estiradas, reiteraciones innecesarias, los inevitables apuntes sobre la actualidad, los amiguetes, o las citas televisivas, muy cansinas.
En 'Sin rodeos', pese a su aparente menor riesgo, había una acidez menos agrietada que en este filme de cuñados, móviles y ese ejercicio loable de comedia popular costumbrista a la española, pero que no puede evitar sombras anacrónicas como si fuera la vuelta de tuerca de Ozores y variantes (incluso no falta el chiste sobre Pajares y Esteso).
Hay mala leche mal repartida y un ternurismo apelmazado que no acaba de cuajar. Un hallazgo, no sé si perseguido, pero Segura logra que el reparto infantil (incluyendo sus hijas) esté infinitamente mejor en pantalla que el adulto. Es un filme con destellos sociológicos interesantes y desde luego Segura, inteligente y con los pies en el suelo, sabe siempre que terreno pisa.
El problema es de falta de causticidad, de conservadurismo, de falta de riesgo. Está claro que una comedia salvaje con niños hubiera convertido el filme en otra cosa, pero es obvio que la radiografía social resulta muy limitada. Destacan no las escenas corales sino algunas conversaciones entre adultos y niños como la de Leo Harlem con Carlos González sobre el compañero chino del colegio.
Es un filme simpático, en el que la crítica a lo patriarcal se antoja insuficiente y donde se echa de menos mayor riesgo visual. Incluso cuando el caos parece asomar con su tono imprevisible, Segura decide explotar la veta del sentimentalismo en torno a las relaciones paterno-filiales. Un filme ligero, simpático, afable, pero demasiado rígido en su conciencia de comedia que maneja, sin malabarismos, estereotipos y una transgresión acomodada.
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