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Desquiciada excelencia
Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Próxima semana ·
Su rodaje fue tan desmedido, extraño y problemático como la propia aventura demencial que recorre el relato. La pugna entre la belleza y la locuraSecciones
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Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Próxima semana ·
Su rodaje fue tan desmedido, extraño y problemático como la propia aventura demencial que recorre el relato. La pugna entre la belleza y la locuraLLega un momento es que no se sabe dónde empieza la representación. Si en el guion de un relato inmensamente desmesurado; si en la plasmación visual de un visionario; si en la ópera, escenario y teatro, finalidad y mantra que mueve a los personajes; o si en esa teatralidad total, envolvente, celebrativa y descomunal que tiene tanto de ambiciosa empresa como de pesadilla de un imposible. Y es ahí en esa solapada, excéntrica, escenificada, pasional siempre, sucesión de representaciones donde reside la atracción de una historia desquiciada pero rebosante de excelencia.
País Alemania
Año 1982
Dirección y guión Werner Herzog
Reparto Klaus Kinski, Claudia Cardinale, Paul Hittscher, Miguel Ángel Fuentes
Género Drama / Aventuras
'Fitzcarraldo'– para su cineasta, Werner Herzog, su mejor película– es la otra cara de Aguirre, con un mismo rostro, el de Klaus Kinski. Lo que en aquella, sueño y locura, confluía en El Dorado, aquí es la construcción de un escenario operístico en el corazón de la selva. Lo que en la cólera de Dios era un salvajismo primario, visceral y violento, en este caso la cólera es humana, arriesgada, radical, pero igual de obsesiva, casi enfermiza. En realidad un viaje al corazón de las tinieblas líricas, al eco de un canto en lo amazónico.
A todo ello hay que sumar que ese ADN de lo documental en la ficción y de la ficción en lo documental tiene un espejo en la propia construcción del filme. Su rodaje fue tan desmedido, extraño y problemático como la propia aventura demencial que recorre el relato. Su pugna con el entorno, el duelo entre belleza y locura, las constantes vitales de una historia tan real y física como onírica están en las entrañas de 'Fitzcarraldo'. En ese palacio de la ópera que impulsa y frena a la vez a todas las criaturas de la obra de Herzog caben todos los sueños del cine, las proyecciones, las sombras, lo grandilocuente y el detalle. Unas palabras significativas del cineasta alemán transparentan su propia idea fundacional del proyecto: «Quedan muy pocas imágenes nuevas por crear. Hay que excavar como un arqueólogo y ver si queda algo por encontrar en el paisaje de este demacrado planeta. Yo no me quejaría de tener que subir a una montaña de ocho mil metros para obtener una imagen pura, clara, transparente...». En la alucinación, la del cine y la del ecosistema que lo acoge, asoma esa frontera inasible entre rodaje y resultado, entre la ficción y el deseo monumental de una película que participa necesariamente de la épica y lo megalómano, también melómano. Como la propia vida. Gozo y abismo.
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Ana del Castillo
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