Diabólicamente resbaladizas
Cinesa, Yelmo y Ocine ·
La ópera prima de Delhomme parece más preocupada por dotar a la historia de esteticismo, que de profundizar en la tensa carne viva maternalSecciones
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Cinesa, Yelmo y Ocine ·
La ópera prima de Delhomme parece más preocupada por dotar a la historia de esteticismo, que de profundizar en la tensa carne viva maternalEl duelo soterrado del bien y del mal se queda en la superficie. Hay otros enfrentamientos y colisiones más visibles y obvias: el de las dos mujeres y la posesión; el de dos conceptos de amar (también de odiar): el de dos actrices superlativas, claro.
Año 2024
País EE.UU.
Dirección Benoît Delhomme
Guión Sarah Conradt-Kroehler
Reparto Jessica Chastain, Anne Hathaway, Anders Danielsen Lie, Eamon O'Connell
'Vidas perfectas' es atractiva, a priori, en los planteamientos y debería serlo en las insinuaciones, en lo subliminal, entreverado. Uno echa de menos esos filmes de Todd Haynes, de 'Carol' a 'Lejos del cielo', en los que la elegancia, los enunciados van tejiendo la madeja de la ficción al tiempo que desvelan las emociones. Al debutante Benoît Delhomme, director de fotografía, le sobra rascar la superficie y le falta hondura. De ese modo sus criaturas se elevan o se distancian en función de las exigentes interpretaciones de Anne Hathaway y Jessica Chastain, que a menudo se ven obligadas a sostener el andamiaje con mucho ladrillo y poco cemento. El título original, 'Instinto maternal', es el que se ajusta más a la historia, dos madres, amigas y vecinas que verán alterada su relación tras un accidente. Pero no solo porque es afín a lo que se narra, sino porque la ópera prima de Delhomme es en realidad un remake de una cinta belga de idéntico título.
El hecho de que ambas actrices/estrellas sean productoras suma y resta al dominio de las situaciones, también a los excesos. La complejidad psicológica que se presume está presente pero desparramada, sin sujeción, inoculada sin tino. Es thriller, pero es más estudio de personajes y hasta retrato social. La conjunción de las tres cosas resulta un reto insuperable para el cineasta. De este modo la sombra inicial de Hitchcock, la representación e hipérbole como en 'Las diabólicas' y las notas al margen en su retrato de vida del EEUU de los 60, nunca encuentran una vía coherente y común de expresión. Sin las precauciones de Delhomme quien, fiel a su trabajo de operador, parece más preocupado por dotar a la historia de un esteticismo e ilustración de época, que de profundizar en la carne viva maternal, podría haber desgarrado la pantalla entre el dolor, la culpa, la sospecha, la angustia. La ausencia del microuniverso dramático de Douglas Sirk, por arriba, y de la causticidad y acidez de '¿Qué fue de Baby Jane?', por abajo, dejan la historia a la intemperie esperando que la tensión se traduzca en un melodrama más sutil y menos superficial. Se asemeja a aquellos títulos, caso de 'La mano que mece la cuna', que hicieron de la ligereza, espectáculo. Todo muy serio, pero psicológicamente resbaladizo.
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