
Doble fascinación
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Atonioni se distancia del cuento de Cortázar, pero plasma su esencia. Realidad y fantasía, realidad y apariencia en un hipnótico juego de espejosSecciones
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Ateneo, el lunes ·
Atonioni se distancia del cuento de Cortázar, pero plasma su esencia. Realidad y fantasía, realidad y apariencia en un hipnótico juego de espejosCon motivo de la publicación de 'Cortázar y el cine', ensayo de Jordi Puigdomènech, salieron a colación promocional unas ilustrativas palabras del autor de 'Rayuela': « ... A mí el cine me ha influido mucho. No creo que se note demasiado en lo que escribo, pero es una cosa subterránea. Hay todo un sistema de imágenes en el cine que yo no sería capaz de explicar, pero cuya presencia siento en mí de forma subliminal». Cuando uno se acerca a 'Blow Up' tiende a pensar que podría toparse con un escrito de Michelangelo Antonioni, su director, con idéntica reflexión pero desde el otro lado de los vasos comunicantes entre ambos lenguajes. Lo cierto es que la cinta que traza un trayecto tras un fotógrafo de moda que cree haber registrado un asesinato con su cámara – y al que sigue en su deseo de conocer qué ocurrió en realidad...– unió al narrador argentino y al cineasta italiano al adaptar a la pantalla una de las siempre fascinantes historias del autor de 'El perseguidor'.
Año 1966
El filme, ganador en Cannes en los sesenta, estuvo inspirado en la obra 'Las babas del diablo'. Y hoy lo que podría entenderse como una buean campaña de promoción en las redes, se escuchó en su momento de boca del director: «Necesitaré al menos otra película para explicar 'Blow up'». El cuento, escrito en 1959, incluido en el libro 'Las armas secretas', narra la historia de un traductor franco-chileno, residente en París, aficionado a la fotografía, que toma una imagen accidental en un parque a una mujer que besa a un adolescente. Filme de culto, se aferra como un guante al universo y el estilo del cineasta de 'El desierto rojo'. Hipnótica, inmersiva en su intriga evanescente, el azar, uno de los territorios inherentes a la mirada de Antonioni, es el verdadero eje de una historia que posee su intenso imán en la disolución de eso que llamamos trama, en el enigma existencial de las criaturas que lo habitan.
Y el metalenguaje visual, el montaje y el desafío al espectador de componer los entresijos y pliegues que se revelan entre la gran elipsis que sostiene la película. Londres y un parque (real) enmarcan el discurrir de una historia donde adquiere categoría de personaje el erotismo y el voyeurismo. Esa gran ampliación del revelado fotográfico a la que alude el título es el milagro del cine. Un juego de espejos que, despojado de su estética sesentera, mantiene todo su poder de fascinación: una mirada sobre nuestra confrontación con lo inasible y el paso del tiempo.
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