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Decir que es el actor cántabro más internacional no es una hipérbole cuando nos referimos a Eduardo Noriega (Santander, 1973). En el último cuarto de siglo ha rodado 42 películas, 4 series, 4 documentales, en 4 idiomas y repartidos por 17 países. En su página ... oficial suena 'Motherless' de los cántabros The Spanish Peasant. Un guiño a los detalles y al vínculo con su tierra, donde ha estado estos días como miembro del jurado del Festival de Cine de Santander. Una labor que le ha hecho «ilusión» y que ha resultado «fluida, rápida y en una misma dirección» sobre los premios elegidos.
- ¿Qué tal ha sido la experiencia de ser jurado de un festival de cine en su casa?
- Lo primero es que me hace mucha ilusión que el Festival de Cine de Santander cuente conmigo y participar de alguna manera, que recién arranca, aunque ya venía como Semana. El peldaño que ha subido como concurso este año y que aspira a seguir ascendiendo, me gusta compartirlo con ellos. Encantado de formar parte del jurado, doble además, porque estaba en la sección de Cantabria Infinita junto a Berta Moreno y Fernando González y la sección Óperas Primas con Martina Gusman y Pablo Trapero. La verdad es que las deliberaciones no sabes nunca cómo van a ir, pero en este caso ha sido muy fácil, muy fluido, muy rápido y estábamos todos pensando en la misma dirección. No ha habido dudas cuando hemos querido premiar a 'Utama' y 'Cinco Lobitos' y queríamos mencionar además de una forma muy especial el documental de Mario Camus.
- Una ciudad como Santander con grandes festivales y citas clásicas en otros campos, necesitaba un espacio que reivindicara el cine como plantea este festival?
- La historia de los festivales de cine y Santander es como que no termina de cuajar. Ya hubo varios intentos. Recuerdo por ejemplo un festival de cine deportivo, que creo que duró seis ediciones también, hay alguno de surf, pero parece que este por fin termina de consagrarse. Cada año va creciendo poco a poco, tienen ambición de seguir haciéndolo, con la idea de acaparar las sedes que tenemos en Santander, no solo las tres actuales en la Filmoteca, el Centro Botín o Casyc, sino también el Palacio de Festivales. En este caso, necesita una inversión tecnológica para arreglar la pantalla y darle calidad, porque se ha quedado un poco antigua.
- Se notan sus 30 años...
- Ya que las autoridades se han acercado al festival y han colaborado, desde el Ayuntamiento y desde el Gobierno, es una buena forma de aportar, con las mejoras de esa sala. Creo que Santander es un lugar maravilloso para hacer un festival de cine; invita a la gente a venir. El público responde cuando hay proyecciones. No tenemos una gran cartelera durante el año, salvo honrosas excepciones y gracias a gente como Enrique Bolado con su trabajo en la Filmoteca y ahora en el cine club, pero no hay una oferta cinematográfica como otras ciudades y el festival es una forma maravillosa de compartir cultura y vincular a esta ciudad con el cine. En Santander hay público para ello. Gente a la que le gusta el cine. Me consta por las veces en las que he venido aquí presentando películas siempre ha habido una buena respuesta. Me daba mucha envidia que ciudades como San Sebastián, Gijón o Valladolid tuvieran sus festivales y Santander no. Y además, con iniciativas muy novedosas, como este Bosque del Cine, que me parece una cosa maravillosa, que ojalá triunfe y se ponga de moda para las producciones extranjeras, que cuando vengan a rodar, tengan que pasar por aquí por Cantabria y dejar sus árboles plantados.
- Hablando de producciones extranjeras; estrenó en agosto 'Sposa in rosso', italiana, está trabajando ahora en Francia. ¿Pasa más tiempo rodando fuera de España que dentro?
- Durante toda mi carrera ha sido un poco así, he combinado producciones nacionales y extranjeras. Desde que empecé, hace 21 años, cuando fui a rodar 'Plata quemada' a Argentina, he tenido la oportunidad y la suerte de rodar en España, Estados Unidos, Latinoamérica… En los últimos años ha coincidido que grabado en Italia la comedia romántica 'Sposa in rosso', una producción de Giani Contastino que aún no se ha estrenado en España y justo después me embarqué en un proyecto italo-norteamericano pero que se rodaba también en Italia y Guatemala, nada menos, en inglés y con un reparto norteamericano encabezado por Amber Heard. Las semanas de rodaje que tuvimos fueron justo las previas al macrojuicio con Jhonny Deep. Ahora estoy haciendo una serie en Francia para Disney +, con una grandísima guionista que se llama Camille de Castelnau, y dirigida por Eric Rochant. Son los creadores del 'Despacho de infiltrados', una serie magnífica francesa con mucho recorrido allá. De primer nivel, vaya. Estoy muy contento de formar parte de la serie. Me encuentro en París rodando, yengo y viniendo. Ha coincidido que los tres últimos proyectos sean en el extranjero y en tres idiomas distintos.
- Cuando uno desarrolla su trabajo en países, culturas e idiomas distintos, ¿cambia la manera de expresar las emociones?
- Hay matices, sí, sutiles, pero que se notan. Los sentimientos son iguales. Es como cuando trabajas una épocas, el siglo XIX, por ejemplo. No pensamos cómo sentirían porque sería como ahora, pero la expresividad sí que varía. No es lo mismo hacer una película de época que una actual, por cómo se mueven los personajes. O actuar en Italia, sobretodo haciendo una comedia, donde el actor tiene una expresividad mucho más notable, hacia afuera, que en Francia, donde la interpretación es mucho más racional que la española o la argentina. El actor francés es más controlado, con gloriosas excepciones como Gerard Depardieu o Beatrice Dalle, animales interpretativos. Pero en general, y ahora con Rochant, tendemos al minimalismo, porque él quiere que el actor exprese mucho con el gesto más pequeño. Obviamente, depende de cada director y cada proyecto.
-Ha mencionado esos papeles de época. Surgió recientemente la polémica con el actor Álvaro Morte y sus licencias sobre el personaje de Elcano. Cuando le ha tocado ser Pedro de Valdivia, ¿hizo un recorrido puramente histórico o se permite libertad para crear?
-Para mí, cuando interpretas un personaje histórico es una gran responsabilidad. Yo comienzo estudiando lo más que puedo la obra, en este caso, la novela de Isabel Allende, pero los actores no somos historiadores ni las películas son documentos que se ajusten totalmente a la realidad, de una forma verídica. Allende estudia una época, se inspira en la realidad para hacer ficción y nosotros interpretamos a partir del guión creado tras el libro. Se van sumando diferentes capas, ficciones, imaginaciones y creatividades. Pero yo sí estudio la época todo lo que puedo. En el caso de Valdivia hay documentos que se conservan desde entonces, manuscritos y cartas que enviaba al rey de España, escritos sobre su personalidad diaria y en el campo de batalla. No podemos hacer un representación cien por cien fidedigna porque, para empezar, lo estamos encarnando nosotros, con otro cuerpo, otra expresión y otra época, pero sí que hay que acercarse al máximo a la historia para luego tratar de elegir una serie de características de ese personaje que crees que son fieles y darle tu propia interpretación. De esta forma no sentirás que estás traicionando a nadie, ni haciendo algo a la contra del personaje. Creo que en el trabajo de documentación, de ser conscientes de lo que comían, lo que vestían, como se aseaban. Datos importantes para el actor aunque no se vean en la película. Pero al mismo tiempo, hay que relajarse un poco; nadie estuvo allí. Basta con no ir a la contra. Un actor además tiene muchas limitaciones; interpreta el trabajo de unos guionistas. El personaje está escrito. Yo hablaba mucho con Paco Mateo, guionista de 'Inés del Alma Mía'. Teníamos conversaciones larguísimas sobre lo que pasaba en cada momento, como abordarlo, lo que podíamos modificar, dónde tenía que poner el acento en cada secuencia…En ese sentido, se va pactando y construyendo le personajes.
- Decía hace un tiempo que en España no hay una base elemental de respeto y admiración a la gente que se dedica a la cultura. ¿Cómo se trabaja en ello?
- Supongo que también ocurrirá en otros países, pero tengo la sensación de que hay un desprecio por la gente que se dedica al cine. Durante los ultimos años, con manifestaciones políticas por parte del sector, perfectamente legítimas por otro lado, está muy politizado. Era cada vez más beligerante y desde un sector de la prensa española se los machacaba. Estos son los de las subvenciones o los de la ceja, se decía. Ese machaque, esa especie de conflicto, ha calado en la gente y hay como una especie de enemistad hacia los actores por manifestarse políticamente, cuando en otros países no pasa nada porque lo haga. Aparte está su trabajo. A mí no me tiene que importar la opinión de Pedro Almodóvar, porque es independiente de sus películas. Yo puedo admirar su cine aunque discrepe con sus opiniones. Y debería ser así. Los artistas tienen una voz, un altavoz, una posibilidad de expresar su opinión en cualquier ámbito. En Francia o en Estados Unidos no es así. Su valor y su carrera artística van separados del trabajo. En Francia hay un sentimiento generalizado de admiración hacia la gente que se dedica a la cultura, al cine, la literatura, al arte. Hay un respeto general, independientemente de que te guste más uno u otro o sus opiniones politicas. En España no tenemos esa mirada. No es de admiración, sino más beligerante y más crítica. En las redes sociales se aprecia enseguida. Eso se tiene que trabajar por las dos partes, pero no sé cuál es la manera. Quizá dependa de épocas y momentos.
- Parece que los actores fueran el único sector que 'estropea' su trabajo por solicitar subvenciones, cuando es algo que todo el mundo hace en el día a día.
- Es cierto. Incluso el lenguaje que se utiliza. Las subvenciones ya implica algo despectivo cuando en otros sectores se dice las ayudas, los incentivos, las inversiones para promocionar… Se usan otro tipo de verbos, como si nuestro sector fuera el único que recibe ayudas aunque el sistema está montado para que lo haga todo el mundo, incluidos los partidos políticos.
- Desde el año 1995 ha presentado películas todos los años salvo el 2014. ¿En qué momento superó la sensación de que quizá tendría que volver a Santander y dedicarse a otra cosa?
- Pues no te creas (ríe) …Entre lo que me tira Santander, mi tierra y esta cosa de no saber nunca, esta inestabilidad tan propia de los actores, de este sector en general, el no saber qué proyecto harás el año que viene. Siempre cambiamos de patrón, aunque a veces también sea de ciudad, de país o de idioma, pero la incertidumbre es constante. Preferimos valorar el día a día. Es verdad que yo he tenido mucha suerte; he sido un privilegiado y he podido trabajar mucho, sigo haciéndolo, pero siempre estás pensando hasta cuándo durará, cuándo van a dejar de llamarte. Este sentimiento de duda creo que lo tenemos todo. Incluso grandes directores y escritores. Nunca dejas de pensar en qué otra cosa te podrías meter, pero estoy muy contento por la suerte y la continuidad a lo largo de estos…30 años.
- Que se dice pronto.
- Ya. Sí. Es increible. En algún rodaje hace unos años, en Barcelona, rodando 'Hache' para Netflix, hablaba con una chica de producción que me llevaba cada día al estudio y conversábamos sobre cine. Un día me giré, la miré con detenimiento y le pregunté: ¿cuántos años tienes? Y me dijo: «21». Me quedé pensando que cuando no había nacido esa chica, yo ya había rodado 'Tesis'.
- Era usted un clásico
- Claro, me vería a mí como yo veía cuando empecé a Paco Rabal o Sancho Gracia, como un mítico de la industria que lleva todo la vida. Ese señor mayor. Es increíble como pasa el tiempo.
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