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Cuando en 2013 se estrenó por fin ‘El cosmonauta’, el proyecto cinematográfico transmedia de Nicolás Alcalá, Carola Rodríguez y Bruno Teixidor se había transformado de tal forma que ni siquiera ellos lo reconocían. ‘El cosmonauta’, la primera película española financiada con ‘crowdfunding’ ... −4.000 productores y 250.000 euros−, pasó por muchos estadios: un rodaje en Letonia rocambolesco y lleno de mosquitos, borracheras y discusiones; una productora rusa desaparecida; reclamos de la administración y un montaje muy loco.
La película no resultó como se esperaba, pero el director, guionista y editor Arturo M. Antolín pensó en dar continuidad y fin al proyecto. Recopiló testimonios y material de rodaje y compuso ‘Hard as Indie’, un documental que presenta mañana, a las 20.00 horas, en Casyc Up (Santander). Además, el director, afincado en Londres y partícipe de proyectos como ‘Supersonic’ o ‘The Trip to Spain’, se encontrará el jueves con el alumnado del IES Manuel G. Aragón. Ambas actividades están organizadas por Juan Carlos Fernández Izquierdo, director de Ruido interno.
–¿Qué relación con ‘El cosmonauta’ le llevó a rodar ‘Hard as indie’?
–Formé parte del proyecto en un par de ocasiones, conocía muchas de las historias y todo lo que había ocurrido alrededor del proyecto, al igual que había visto todo el material rodado durante el rodaje. En su momento ese material iba a ser estrenado a la vez que la película, pero nunca se llegó a hacer. Varios años después me acordé de ello y con un poco de rabia, se me ocurrió la idea de hacer el documental alrededor de la ‘peli’, para mostrar un poco su historia.
–¿Qué sintió al enfrentar ‘Hard as indie’: que era la historia de un éxito o de un fracaso?
–Nunca lo miré en ninguno de esos términos. Lo que me interesaba contar era por qué no había funcionado: pocas veces en proyectos de este tipo se habla de ello. Normalmente se habla mucho de los proyectos cuando están recaudando dinero, y luego, si no funcionan, desaparecen. Quería hablar de lo que no se había contado. No llegaría a llamarlo fracaso. Todo depende de en qué parte concreta nos fijemos y con qué punto de vista.
–¿Se puede cambiar, con fórmulas como la de ‘El cosmonauta’, el modo de producir y distribuir cine, es necesario hacerlo?
–Creo que es posible hacer cosas con proyectos muy concretos que tengan ciertas características que ayuden a ello, pero no a nivel mayor. Por lo menos no ahora mismo, quizá dentro de diez o quince años el camino es más posible, pero ahora mismo lo dudo. Personalmente no creo que haya que cambiarlo per se, pero sí que necesita una alternativa que trabaje al mismo nivel, no que sustituya, pero que permita hacer cosas que la industria tradicional quizá no haría. Y está pasando, Netflix en particular está haciéndolo ahora a nivel internacional.
–¿Qué han significado para el cine plataformas como Netflix?
–Netflix −junto con otras plataformas de VOD− han traído un nuevo sistema de consumo de cine y televisión, y debido a ello lo que buscan en los productos que producen es distinto. Así, hacen apuestas por películas que quizá sean más arriesgadas para otras productoras o estudios más convencionales. Habrá que ver exactamente cuál es el impacto de cara a más largo plazo, pero de momento creo que implica la realización de muchas películas que no tendríamos de otra forma: muchas, seguro, de una calidad dudable, pero otras muchas muy interesantes que quizá por no contar como un público tan amplio no habría sido producida de otra manera.
–¿Qué le pediría a la Ley del Cine?
–Más apoyo gubernamental. Por un lado, mediante exenciones fiscales a la hora de rodar (como se dan en países como los Estados Unidos o Reino Unido) y también con mayor subvención estatal. Pero, sobre todo, apoyo de cara al público, hablar del cine como un arte cultural de importancia y que se valora. No como algo realizado por gente que chupa del bote y se da la vida gorda a costa del dinero de los contribuyentes.
–¿Qué diferencias encuentra en las industrias británica y española?
–Medios. En Reino Unido se puede hacer cine porque se cree en la historia, el retorno (o amistades) es secundario. Organismos estatales apoyan y dan muchos medios para realizar películas ya que valoran al cine como una inversión de retorno económico y social. Así hay películas que hacen menos taquilla y otras que más y acaba por compensar. Y eso genera un concepto de industria. En España no hay una industria cinematográfica. Se hacen películas a distintos niveles, pero no tiene el suficiente movimiento como para llegar a decirse ‘industria’, desde mi punto de vista.
–¿Piensa que el cine ‘transmedia’ es un cine de futuro?
–No creo que sea necesario siempre, pero ciertas historias lo favorecen lo cual está bien. Es presente, pasado y futuro. El transmedia siempre ha estado, pero ahora hay más medios y por tanto lo vemos más, por lo cual creemos que es nuevo. Siempre ha habido películas que tenían además libros relacionados, videojuegos, juegos de mesa, cómics. Eso es transmedia. El concepto no es nuevo, lo es la palabra.
–¿Qué tipo de historias le interesan?
–Estoy muy interesado en películas de género, en las que se usan pequeños elementos del género para explorar alguna cuestión sobre el mundo actual. La más destacada últimamente desde este punto de vista sería ‘Déjame Salir’ (’Get Out’, 2017), que me pareció genial como ejemplo de ello. En documental cualquier cosa que te muestre lo que sucede entre bastidores de algo que ves a menudo me resulta interesante: del mundo de la música, videojuegos, podcasts, cualquier de esto. Ahora estoy en medio de la escritura de un largometraje y desarrollando una idea para documental aquí en España. No sé qué saldrá.
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