
Espejos de hipocresía
Ateneo de Santander (lunes) ·
Demoledor retrato del desencanto y del conformismo, con esa capacidad de Sirk para zarandear la fragilidad de las convencionesSecciones
Servicios
Destacamos
Ateneo de Santander (lunes) ·
Demoledor retrato del desencanto y del conformismo, con esa capacidad de Sirk para zarandear la fragilidad de las convenciones'Blue Moon' y la lluvia. Fred MacMurray y Barbara Stanwyck. Dos intérpretes magistrales nunca suficientemente valorados. Una década antes habían contribuido a sublimar esa ... mítica joya que es 'Perdición' de Billy Wilder. Aquí vuelven a unirse bajo el insólito blanco y negro de un excelente melodrama de Douglas Sirk. Vidas contrapuestas, reencuentros y la pasión asomándose discreta pero a punto de estallar entre los pliegues de la grisura y la rutina. El cineasta de 'Sólo el cielo lo sabe' lleva a su terreno la novela de Ursula Parrott, que ya fuera adaptada en los años treinta en un título anodino de Edward Sloman. Sirk, que salpicó su trayectoria con remakes, de nuevo logró contar una historia con una personalidad visual rotunda, de la cámara al montaje y la puesta en escena, para retratar un amor imposible con elegante elocuencia. Precisión, capacidad de síntesis, siempre lúcido y transparente, insinuante e inteligente. Russel Metty, el operador de 'Sed de mal', aporta un desfile de matices con su fotografía que se convierte en el complemento ideal al retrato que Sirk hace de sus criaturas.
País EE UU
Año 1955
Dirección Douglas Sirk
Guion Bernard C. Schoenfeld
Reparto Barbara Stanwyck, Fred MacMurray, Joan Bennett, William Reynolds, Pat Crowley
Género Melodrama
'Siempre hay un mañana', entre deseos, espejismos, segundas oportunidades, azares, claro, construye una vuelta de tuerca al sueño americano. Dos caras del éxito hacia afuera, y de la insatisfacción y el fracaso en la emoción hacia dentro. En los pliegues y capas, Douglas Sirk, detrás y debajo, dibuja la silueta de la hipocresía vital, donde reina la superficialidad, el moralismo, las apariencias. Es un filme que registra sin hipérboles la cobardía, las mentiras, la tristeza, las cenizas del amor que nunca tendrán la oportunidad de resurgir, mientras crece la desazón, la monotonía, esa melancolía que sirve de coartada, de asidero, de zona de confort. «No me quieres. Lo que quieres es recobrar tu juventud y ser otra vez libre. Es imposible. Nadie puede».
Sirk, aparentemente distante, resulta demoledor en su retrato del desencanto, del conformismo, con esa constante capacidad para zarandear la fragilidad de las convenciones. Hay mucha amargura bajo esa soleada California que llora aguaceros con la misma cínica paradoja que el resplandor de una felicidad prefabricada, la de la institución familiar, aquí sacudida, da paso a las lágrimas de una opresiva y triste renuncia. Lo normalizado, la alienación robotizada que va apagando la posibilidad de soñar. Y la cámara de Sirk que nunca detiene su mirada implacable.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El rincón de Euskadi que te hará sentir en los Alpes suizos
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.