Espejos y reflejos

La elegancia es tan inherente a su cine que puede hasta distraer. Porque el cineasta de 'Carol', al margen de mantener coherentes y recurrentes marcas de la casa, desprende una cualidad mayor: esa sutil y precisa capacidad para devolver las capas subliminales, los subterfugios, las insinuaciones, los pliegues que la realidad custodia bajo la superficialidad. En su nuevo filme esta mezcla de suficiencia y talento está llevada al extremo.

'Secretos de un escándalo', un pésimo título en busca de la comercialidad argumental que precisamente evita Todd Haynes, es una cinta delicada que parece moverse entre espejos, estancias y espacios luminosos pero con un bisturí en cada plano, sin que nada llegue en su apariencia a romperse. Lo peor que puede hacer el espectador es predeterminar su mirada pensando en el caso de la historia real de la profesora Mary Kay Letourneau, de 34 años, casada y con hijos, que se enamora de su alumno, Vili Fualaau, de tan solo trece años con quien se casó y formó una familia.

Para el cineasta de la maravillosa 'Lejos del cielo', siempre influenciado por los melodramas de Douglas Sirk (como el propio Almodóvar), pero menos desgarrado, el mediático testimonio de los noventa, es tan solo una excusa. Haynes, pulcro, extrae la entraña de cada gesto, apoyado en dos actrices sublimes y deja que la digestión emocional muestre las calorías de la intimidad. 'May December', su título original, recorre sí el romance 'prohibido', esa mezcla de moralina, hipocresía, morbo y espectáculo, pero es tan solo un decorado. El cineasta construye otro de sus juegos ambiguos, pleno de sugerencias, donde habitan mil y un detalles reveladores en torno aquí a la identidad y personalidad de esas mujeres que cruzan sus vidas. Julianne Moore, inmensa, una encarnación pura y dura de tragicomedia, y Natalie Portman, en una interpretación sibilina, se convierten en la entraña de la inteligente mirada y puesta en escena de Haynes.

El juego metacinematográfico, simbólico, nunca es artificio. La inmadurez, el abuso, la turbiedad tras la la limpia y nítida superficie asoman junto a la mentira. Los muchos otros lados del espejo es lo que el cineasta presenta ante el espectador, también parte de lo cóncavo y convexo, del ejercicio necesario que araña la superficie. Las dos mujeres frente al espectador, a veces replicadas o distorsionadas por los espejos, distanciadas o casi pegadas, entre resonancias bergmanianas. Lo impostado o no solo puede ser desvelado por las ganas de traspasar cada uno de los espejos.