Exquisita adaptación
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Se cumplen tres décadas de la detallista incursión de Scorsese en Wharton, entre el drama romántico y el lúcido retrato de épocaSecciones
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Filmoteca Bonifaz ·
Se cumplen tres décadas de la detallista incursión de Scorsese en Wharton, entre el drama romántico y el lúcido retrato de épocaA priori podría ser el Scorsese menos personal, el más epatante y ajeno a su mundo más conocido. Pero en el corazón de 'La edad de la inocencia' está Nueva York. Y, en concreto, la sociedad de principios de siglo y esa hipocresía normalizada de ... apariencias. La novela de Edith Wharton tentó al cineasta italoamericano precisamente por ser una radiografía social neoyorquina, aunque por supuesto detrás de las criaturas se hallan los sentimientos reprimidos, la pasión, la culpabilidad y las señales de un nuevo mundo.
País EE UU
El cineasta de 'El lobo de Wall Street', que comparte guión con Jay Cocks, traza con fidelidad una exquisita y detallista traslación de la novela. Historia y tradición, aristocracia, sensibilidad, amores imposibles, puritanismo y normas, en una especie de red social fundacional de la que Scorsese exprime elementos actuales. Exquisito, cuidadoso, con algunas metáforas y simbolismos visuales pero más contenido, su puesta en escena combina aires viscontinianos con raíces del clasicismo de Hollywood. La película es ornamental y densa a un tiempo, una singular mirilla que permite acceder a conductas, pactos sociales, entre lo sibilino y lo extraño, entre travellings que revelan esa estilizada capacidad del cineasta para mezclar elegancia y narración, inmediatez y hondura. Un ejercicio de construcción visual con intérpretes magistrales al servicio del mecanismo inconfundible de Scorsese.
No obstante, en 'La edad de la inocencia' hay un exceso del director por abarcar hasta el último pliegue y, por llegar a tocar la fibra, el músculo y la piel del libro, opta por una voz en off con demasiado peso y protagonismo. Fue Joanne Woodward en la versión original y Núria Espert en el doblaje quienes pusieron voz a ese narrador paralelo que provoca cierta fragilidad. Lo que constituye el filme es un microcosmos, al que asistimos todos como entomólogos, una lujosa jaula de cristal, un bucle encerrado en sí mismo, donde los sentimientos y la pasión permanecen secuestrados, sojuzgados y sometidos mientras lo verdaderamente expresivo es un juicio social continuo entre rumores y apariencias. Su ensamblaje de tristeza, agudeza y melancolía envuelve como una fina telaraña los prejuicios y la represión. «Aquel era un mundo en un equilibrio tan precario, que su armonía podía hacerse añicos con un suspiro».
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