Una ficción sonámbula

Su arranque es abrupto, sin tiempo para crear atmósfera. Su desarrollo acumula minutos sin necesidad y solapa ideas sin lograr plasmar una personalidad visual, entre la dispersión y el ejercicio cinéfilo. Y su recta final, esencial en una ficción que fundamenta su sentido en las incógnitas y en lo desconocido, se acelera sin finura y cae en varias situaciones toscas.

Laura Alvea, de prolífico oficio y con intensa carga audiovisual en su mochila, no acierta con los tempos de una historia que pide delicadas decisiones al moverse en un terreno de arenas movedizas: lo sobrenatural, el coqueteo con el terror, la incursión en los pozos de la mente todo ello envuelto en un thriller psicológico demasiado agitado. La directora de numerosas series, también documentales, ya se había sumergido de forma desaforada en las manifestaciones de lo ignoto en 'Ánimas', codirigida con José F. Ortuño. A 'La mujer dormida', su debut en solitario, le falta el suspense de la serenidad. Esa forma de sembrar con pausa y fondo un territorio donde lo fronterizo, la ambigüedad, las sensaciones encontradas y las presencias y ausencias generan un diálogo entre la oscuridad y lo luminoso.

Pero Alvea se enreda y plantea tantas direcciones como movimientos errantes y también errados, erróneos y descaminados. Un ser atormentado, una joven que descubre nuevos caminos, muchas sombras, una pugna entre el pasado y el futuro y un híbrido en lo formal, estético y narrativo que se tensa desde tantos lugares que acaba por no ser ninguna y por romperse. La criatura más viva de la historia del cine es una muerta: Rebeca. Y su huella está muy presente en el espíritu del filme español. También 'Vértigo' (recuérdese, 'De entre los muertos?). Con más tino y menos hacinamiento de subtexto y reiteraciones, el filme podría haber pasado como un interesante homenaje a Hitchcock. El dúo Javier Rey y Almudena Amor, que acapara planos y trama, sale airoso, especialmente una actriz que tras 'El buen patrón' y 'La abuela' apunta muy alto. Lástima que el filme se diluya, entre a veces en estado vegetativo y otras en un sonambulismo emocional. Pero si lo sobrenatural constituye el magma central con muchos puntos de fuga hacia el fantástico, lo fantasmal y el terror, a su puesta en escena le falta mirada gótica y sutilidad en el juego de las identidades. Queda la inspiración en cierto clasicismo, sobran algunos subrayados musicales y sin fogonazos de ilustración de lo enfermizo, el filme deambula en un sueño nada profundo.

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