El fluir de la lentidud

Groucho ·
Es más un estado que un relato, una manera de retratar una forma de estar en el mundo., Amarras, postales, silencios y el mar siempre

Guillermo Balbona

Santander

Jueves, 11 de mayo 2023, 10:34

Entre lo sensorial y lo conceptual, esta es una película en la que late algo especial, una obra al menos diferente. El mar es el ... territorio emocional, simbólico y existencial. Ese que la cámara busca en el agua hasta integrarse como parte de un todo. El fluir de la lentitud recorre los entresijos del vínculo entre la cineasta y el mar, lo que ya quedó claro en su ópera prima, 'Drift', y que certifica esta segunda cinta. La alemana Helena Wittmann huye de la narrativa clásica, se inclina por cierto ascetismo y esos planos interminables, suspendidos, sostenidos configuran ese mecer de la marea.

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País Alemania
Año 2022
Dirección, guion y fotografía Helena Wittmann
Reparto Angeliki Papoulia, Ferhat Mouhali, Gustavo Jahn, Ingo Martens, Mauro Soares, Vladimir Vulevic,Nina Villanova, Denis Lavant
Género Drama

Sin apenas trama, liviana, leve, el itinerario es un mapa que el personaje femenino ejerce de columna vertebral. Un barco con cinco tripulantes es el hábitat de la protagonista. Es más un estado que un relato, una manera de retratar una forma de estar en el mundo. Las palabras de la directora que, firma la mayor parte de labores creativas, confiesa que «entendí que todo era fluido y estaba interconectado, y que las fronteras realmente no existen. Los organismos en el agua están en contacto todo el tiempo, mezclándose y cambiando de lugar. En el Mediterráneo, todo está en un estado de flujo continuo, incluidos los seres humanos».

Ficción y realidad se entrelazan como flujos de la marea. Es evidente que lo que pide el filme es dejarse llevar y detenerse como en un viaje sin ruta previa por hallazgos visuales asombrosos. Amarras, postales, silencios, los pies en el agua, 'Human Flowers of Flesh' es inmersión, brazadas a favor de corriente y otras a través de un silencio contemplativo. De Marsella a Argelia, un velero, la pista de la Legión Francesa y guiños como el de Denis Lavant. Esta es la geografía reconocible. El resto, una abstracción. El viaje verdadero se presupone interior, pero al filme para eso le falta intensidad.

Entre tanta opción de mirador frío, pese al indudable encanto de muchos detalles, carece de esa belleza melancólica, que desprende por ejemplo el cine de Malick. Lo del colonialismo francés parece un puerto pero lo que de verdad interesa a su directora, embarcada en una creación total, es esa deriva de una travesía sin destino fijo. Wittman muestra a su personaje como una sirena a veces varada en la contemplación, otras envuelta en diálogos que son más bien murmullo y un canto de fondo. El lenguaje busca una simbiosis entre lo desconocido y lo fascinante. Como el agua que fluye.