
Fogonazos de anarquía
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Es, a su manera una road movie, envuelta en una fragancia de lo terminal, de paisajes finales que desprenden Dunaway y BeattyAhora se llevan las películas injustificadamente largas, las naderías presentadas como epopeyas, los biopics sin vidas dentro y las historias épicas que se olvidan de ... los héroes cotidianos. En los sesenta, quizá por esa atmósfera de un tiempo de cambios, sembrado de señales generacionales, el mestizaje de movimientos e influencias, azares y discursos propició un cine singular que hoy permite muchos descubrimientos. Mientras la cartelera comercial se obceca en exprimir agotadas sagas y franquicias, el verano da cabida a través de algunas ventanas alternativas a la posibilidad de revisar y redescubrir piezas emblemáticas.
País EE UU
Año 1967
Dirección Arthur Penn
Guion Robert Benton, David Newman
Reparto Warren Beatty, Faye Dunaway, Michael J. Pollard, Gene Hackman, Estelle Parsons
Género Drama-thriller
Son títulos que se presentan aferrados a una época, pero que contienen muchos planos solapados. Hoy en día, 'Bonnie y Clyde', la obra de Arthur Penn, que acababa de vivir el éxito de una cinta magistral, tardíamente descubierta en España, como 'La jauría humana', pasa por ser un tebeo entretenido de grandes interpretaciones. Es cierto que la pareja mítica de famosos atracadores de bancos de los años 30 respondía en realidad a unos personajes muy peligrosos, de gatillo fácil, que acumularon un rastro de muertes. La ficción ofrece una mitología popular de la fuga, un romance a contracorriente y una serie de códigos de ruptura. Algo que con una mirada más poética y transgresora, sibilina y extraña, realizó Terrence Malick en su ópera prima, 'Malas tierras', pocos años después. Lo que Bonnie & Clyde desliza gracias a la inteligencia de Penn, fundamentada en un hábil guión de David Newman y Robert Benton, es el de depurar a sus criaturas, dejar que la imaginación y la mirada del espectador tenga un margen mayor que lo que asoma en la pantalla.
No es el camino lineal de la delincuencia, sino la conversión de sus personalidades, la intensidad del contraste al mostrar a una especie de ingenuos e hiperviolentos Romeo y Julieta que vagan entre tiroteos, asesinatos y humor, que incluye la aparición de Gene Wilder, y u una mezcla de erotismo y dolor de fondo. Es, a su manera una road movie, envuelta en una fragancia de lo terminal, de paisajes finales que desprenden Dunaway y Beatty al igual que los secundarios. No obstante, esta revisitación permite ahora imaginar que hubiera sido de esta historia si François Truffaut hubiese aceptado la oferta de los guionistas. Nos queda ese rasgo anárquico que subyace y atraviesa la columna vertebral del filme de Penn como esa secuencia de Bonnie huyendo campo a través perseguida por Clyde.
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