Lo improvisado como juerga
Filmoteca UC. Náutica. Final del ciclo. Hoy jueves. ·
Es una de las fiestas más famosas de la historia del cine. Su guion tenue, su gracia desfallece pero todo el mundo quiere estar en ella, con Peter SellersSecciones
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Filmoteca UC. Náutica. Final del ciclo. Hoy jueves. ·
Es una de las fiestas más famosas de la historia del cine. Su guion tenue, su gracia desfallece pero todo el mundo quiere estar en ella, con Peter SellersQuizás sea el interminable rollo de papel higiénico, el baile histérico, el niño-estatua meón de la piscina, los armarios y habitaciones más habitados que el camarote de los Marx, la espuma como el camuflaje ideal de apasionadas, eróticas o rijosas aventuras. O bien ese ... elefante como una greguería visual, o el exceso de vodka que van libando los invitados. Lo cierto es que El guateque, 'The party', sigue siendo una disparatada juerga, una sucesión de gags que comparten ingenuidad y encanto, hipérbole y aire juguetón.
Año 1968
País EE UU.
Dirección Blake Edwards
Guion Edwards, Tom Waldman, Frank Waldman
Reparto Peter Sellers, Claudine Longet, Marge Champion, J. Edward McKinley
Género Comedia
Sí, lo sabemos. El guion es minimalista, tenue, y la gracia con el tiempo, el de la ficción y el que ha erosionado la cinta de finales de los 60, ha desfallecido. Pero todo el mundo ha querido estar en ese anárquico y aparentemente festival de improvisación, al lado de Peter Sellers. Heredero de esa ingenuidad y torpeza inalterable de Buster Keaton antes de sus despertares; también compartiendo cierta complicidad visual con Jacques Tati, el actor se eleva aquí al encarnar a Hrundi V. Bakshi: esa criatura que mezcla inocencia y ceremonia y que, casi sin querer, va arrasando todo lo que sale a su encuentro con ritmo de cartoon en progresión hasta hacer del caso un estado delicioso.
'El guateque' posee un arma letal: el absurdo reflejado en desenfreno, desde ese travieso pollo asado a los camareros más imprevisibles de la historia. Gesto y mirada mandan. Blake Edwards, que siempre prefirió la escritura, parece ajeno desde la cámara. Pero es falso. Su dominio de la comedia, entre la elegancia clásica, los rastros del cine silente y una cierta coreografía de planos y tomas largas certifican su magistral uso de la situación. Ocurrencias y gags en una sátira con todos los dardos apuntando al corazón más superficial de Hollywood. El mantra es cómo meter la pata a cada paso, pero siempre con un doble sentido, con hallazgos que dejan al descubierto lo patético y lo ordinario, lo excéntrico y lo vulgar. Una jarana y parranda efervescentes, entre el slapstick, el impulso entre lo físico y el tempo interno del gag, caso de la pérdida del zapato y la épica para recuperarlo. El cineasta de 'Desayuno con diamantes' y Sellers, en un brillante tándem, tocan todos los mandos del cine al tiempo que los de esa casa 'inteligente' que alberga la fiesta psicodélica. El histrión muta una y otra vez para que el jolgorio perviva. Puede que el humor del presente no valore los daños colaterales de esta comedia. Sin embargo, late en ella el triunfo de una sofisticada risa sobre nuestro mundo.
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