Incomodar pero no tanto
Cinesa, Yelmo y Ocine ·
Pese a la desmesura controlada de McAvoy, el juego perturbador y el cambio final respecto al original no justician del todo un remake dos años despuésSecciones
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Cinesa, Yelmo y Ocine ·
Pese a la desmesura controlada de McAvoy, el juego perturbador y el cambio final respecto al original no justician del todo un remake dos años despuésDecir que un remake puede ser muy personal parece una contradicción. Pero hay excepciones y amagos, o atrevidas vueltas de tuerca. En el caso de 'No hables con extraños' hay un poco de todo esto. Aunque el verdadero tour de force reside en la fusión ... entre un cineasta nada desdeñable, James Watkins, que dejó una huella letal con 'Even lake', y el actor James McAvoy, no apto para remilgados. Entre cierta osadía de uno y esa capacidad para medir las hipérboles del otro, volver sobre los pasos, apenas dos años después, de la película holandesa 'Speak no Evil', de Christian Tafdrup, resulta al menos curioso.
País EE UU
En cualquier caso, el enésimo salto a la industria norteamericana de un título europeo, va de más a menos y sus buenas maneras que parecían justificar otra lectura se quedan a medio camino. El sello Blumhouse ataca de nuevo y el cineasta, paradójicamente, pese a la traslación estadounidense, opta por elegir escenarios de su Inglaterra natal e ironiza al convertir en víctimas a los miembros de una familia convencional americana que recalan en Londres, mientras sus anfitriones viven en la Gran Bretaña profunda. Hasta aquí planteamientos y nudos paralelos. Watkins, sabedor del final polémico de la película madre, parece cuidarse mucho y se prepara tanto para ello que descuida el ritmo y desciende a un batiburrillo de pastiche de terror con la idea de contentar a casi todos. El aire de 'Perros de paja' es inevitable que cruce por muchos fotogramas y aunque el tramo final desemboque en esa vorágine, ha logrado que para los muy adictos al género se propicie cierta competitividad. Azar o tela de araña primero, perturbación psicológica e inquietante después y explosión final. Donde brilla más este remake, gracias sobre todo a a esa desmesura desafiante de su actor, está en ese retrato envolvente de las dos parejas que colisionan poco a poco en la extrañeza, en las reacciones y en su manera de situarse en el mundo.
Otra cosa es el paso del desconcierto al desasosiego. El clasismo, la mala conciencia, lo urbanita y lo rural, los deseos reprimidos y los duelos intelectuales, culturales y de 'civilización' discurren entre los pliegues sin que Watkins se atreva dar un paso más en la escalada de perturbación. Extraños o monstruos todos esperan agazapados una imagen definitiva. Provocar e incomodar es la ecuación que subyace en esta historia bien llevada hasta la desaforada sucesión de caóticas y muy vistas situaciones.
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