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Película Wolfman
Año 2025
Duración 103 min
País Estados Unidos
Dirección Leigh Whannell
Guion Whannell, Corbett Tuck, Rebecca Angelo, Lauren Schuker Blum
Música Benjamin Wallfisch
Fotografía Stefan Duscio
Reparto Christopher Abbott, Julia Garner, Matilda Firth, Sam Jaeger
Género Terror
Salas Cinesa, Yelmo, Ocine
Es una mirada extraña a la licantropía. Y eso en una película de terror, en una obra que ahonda en lo oscuro, es lo mínimo ... que cabe pedirle: rareza, anormalidad, sugestión. Más, en este caso, el del 'Hombre lobo' que revisita uno de los mitos y leyendas populares, abordado por todo tipo de expresiones y lenguajes.
Leigh Whannell que se suma a la estela de volver a los clásicos del horror y de lo insondable, ya había, no obstante, firmado una excelente incursión en otro de esos mundos fronterizos entre la ciencia ficción, la distopía y el mundo futuro en 'El hombre invisible'.
Ahora vuelve a demostrar su capacidad visual, su huida de los efectos más manidos y del uso facilón de la alta tecnología, no siempre eficaz. Pero paradójicamente su 'Hombre lobo' parece errar en lo obvio, resbala en lo que se da por sobreentendido y en su momento álgido desciende a un bucle ensimismado, algo cansino, muy físico, pero frío y emocionalmente distante.
Hay errores de bulto como otorgar el personaje de la mujer/madre a Julia Garner, una excelente actriz pero fuera de foco en esta encarnación. Blumhouse sigue a lo suyo y se ha convertido en un sello que acapara el terror y lo paranormal de las producciones más esperadas, pero esa comercialidad no siempre es sinónimo de calidad.
A este 'Hombre lobo' se le sitúa como fruto casi de terapia sentimental, surgido de una pareja en crisis con niña que parece tener claro a quién querer más, o a quién querer de manera diferente.
La licantropía de Whannell está envasada al vacío. Pese a inclinarse por lo dramático, antes que por el miedo, no hay un desarrollo acorde en lo psicológico.
El diseño de sonido es espectacular, pero la mayor parte de las veces ahoga lo que se cuenta, e incluso da la impresión de que esa banda sonora (el ruido como personaje) pertenece a otra película. Hay ideas pero escasamente concretadas. Demasiadas reiteraciones. Y la criatura manida torna en un duelo hombre lobo, entre un bosque y una casa, pero sin que la naturaleza, lo material, lo anacrónico y ancestral o lo primario sirvan de verdadero enganche. Y ello pese a que la noche, lo nocturno, las sombras sean la auténtica mutación de unos personajes que tienen su origen en la ciudad, en lo urbano, en la luz.
El sacrificio, la redención, lo familiar en lo ordinario y en lo extraordinario pululan como aullidos emocionales de la América profunda, cuando ya lo íntimo ha perdido su sentido.
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