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Limpiar el cielo
Crítica 'Perfect Days'

Limpiar el cielo

Guillermo Balbona

Santander

Domingo, 14 de enero 2024, 22:15

Perfect Days l 2023. 124 min. Japón. Dirección: Wim Wenders. Guion: Takuma Takasaki y Wenders. Fotografía: Franz Lustig. Reparto: Kôji Yakusho, Arisa Nakano, Tokio Emoto, Yumi Asou. Género: Drama.

«Mañana es mañana Y ahora es ahora», le dice el protagonista de esta caricia leve pero honda, que es la última obra de Wenders, a su amiga vecina adolescente. Es maravilloso que coincidan en cartelera esta 'Perfect days', con el último Kaurismaki, 'Fallen leaves', y, dentro de unos días, 'La memoria infinita', de Maite Alberdi. Todas ellas desde la oda cotidiana, el retrato de soledad y la lúcida reflexión sobre el oficio de vivir constituyen un extraño pentagrama de un cine que nos alumbra. Sí, la vuelta del cineasta de 'El cielo sobre Berlín', un hacedor documentalista que firma ficciones y un narrador de historias que parece crear documentos cercanos, es una magnífica ocasión para rescatar las imágenes, excelencias visuales y obsesiones que pululan por gran parte de lo mejor de su filmografía.

En 'Perfect days' asoma el Wenders de las ciudades, el arquitecto capaz de situar a sus criaturas en un pliegue entre el cielo y la tierra, el retratista existencial y reflexivo que ha contado historias de una transparencia profunda. Aquí el cielo lo ponen los árboles, los amaneceres que para el personaje que acapara planos, resultan milagrosas celebraciones; y la tierra se refleja en los cristales de inodoros y baños públicos, a cuya limpieza se entrega con esmero y metódica perfección la criatura encarnada por un inmenso Koji Yakusho. Porque el filme es Tokio, Japón, y todos esos detalles que se antojan extrañas y asombrosas apariciones de una normalidad y una rutina que habitan en un bucle de placeres cotidianos. Hay zonas contemplativas, pequeños paraísos, relatos a lo Carver y ese Ozu que ya se ha cruzado muchas otras veces en la mirada de Wenders. El cineasta de 'El estado de las cosas' se revela aquí un sereno buceador y arqueólogo que ahonda en su propia filmografía y en su personalidad, para construir un personaje fascinante que se mueve entre casettes de los setenta y ochenta, que mira y escucha (lo que casi nadie hace ya), y que lee a Faulkner y a Patricia Highsmith.

Un limpiador de baños que ejerce su labor como si fuese a sacar brillo a esa realidad que se empeña en lo oscuro. La banda sonora que guarda en su vehículo apela a Lou Reed, Van Morrison o Nina Simone, suele repetir actos y lugares como un rito y la mirada de Wenders en ese círculo –que se inicia y se cierra en un mismo plano urbano y en el rostro del protagonista–, traza un camino de señales íntimas. En ese casi desmayo surge una reivindicación del presente, de lo irrepetible, del instante fugaz que quizá ha quedado atrapado en la cámara. El orden del desorden. Y esa despedida negada en cada amanecer. Limpio el cielo, mientras la vida, breve, asoma entre transparencias.

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