La línea de la diferencia
Cinesa y Los Ángeles ·
Impecable y encantadora, despojada de sofisticación, traza una partitura gráfica a través de viñetas de piel y chapa. Cuenta lo de siempre, de otra maneraSecciones
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Cinesa y Los Ángeles ·
Impecable y encantadora, despojada de sofisticación, traza una partitura gráfica a través de viñetas de piel y chapa. Cuenta lo de siempre, de otra maneraPosee silencios musicales y una banda sonora que es pura partitura gráfica. Clásica pero a contracorriente, a modo de fábula que contiene lo de siempre pero contado de otra manera, el elogio de la diferencia recorre esta línea poética que te atrapa en el preludio ... perruno, te enreda en un robot risueño y se convierte en enredadera de tiempos y azares hasta su final hermoso, sereno y sencillo. Toda la cinta de Pablo Berger es impecable y encantadora, despojada de sofisticación, una pieza cuyas composiciones, notas y sonidos, también los mudos, crecen a través de viñetas de piel y chapa. Es simpática y amarga cuando lo necesita. Se postula infantil pero resulta tremendamente adulta. Y en su sencilla vocación de coreografía urbana, animal, paródica a veces, delicadamente triste siempre, esconde y revela ese espíritu de las poéticas de los genios del cine silente y unas ganas enormes de contar la vida.
País España
Año 2023
Dirección y guion Pablo Berger
Género Animación
Ya saben, eso de la soledad, de la amistad, de la solidaridad, de los recuerdos y de los lugares que nos hacen y deshacen como personas. Y Berger, cineasta lúcido, autor de 'Torremolinos 73' y 'Blancanieves', escasamente pródigo pero muy personal y sutil, se adentra en la animación desde la sencillez, la emoción pura, la sucesión de cuentos que nacen y mueren en su pareja de criaturas, que juega con los opuestos y que aborda y borda un lánguido, excelso y hondo poema sobre la identidad. Todo es frágil en las opciones visuales con las que Berger nos cuenta el mundo: reflejos en objetos, en cristales, en separaciones visibles e invisibles. Esa línea clara se vuelve compleja declaración de arte y vida en poco más de noventa minutos en los que 'Robot Dreams' se antoja la mejor isla de Inteligencia Natural para visitar estas navidades. El cineasta de 'Abracadabra' se regodea en el trazo de unos personajes que no hablan pero que son pura y rotunda expresión – «cayó en mis manos una novela gráfica de Sara Varon y lo vi claro y vi una película en los mismos términos que estaba planteada sobre el papel»–, en un escenario de estaciones (hay una transición magistral y maravillosa de escenario que pasa a viñeta, después a pantalla) y tiempos que fracturan, unen, funden y fragmentan un relato de amistad.
El filme rezuma además una ambientación juguetona en la Nueva York de los ochenta/noventa con varios homenajes, de 'El mago de Oz' a 'September' de Earth, Wind & Fire, entre lo adorable y cautivador. Y, por encima de todo, una atmósfera de libertad creativa que provoca instantes inesperados y pese a su narrativa sin aspavientos está asentada en la extrañeza.
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