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Lynch se refleja en Lynch
Crítica 'Cabeza borradora'

Lynch se refleja en Lynch

Cinta primeriza, libre, muy libre, arriesgada, contiene una especie de magma de los que luego estaría por llegar hasta la configuración del universo del cineasta

Guillermo Balbona

Santander

Jueves, 13 de marzo 2025, 12:01

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  • Película Eraserhead

  • Año 1977

  • Duración 90 min

  • País Estados Unidos

  • Dirección David Lynch

  • Guion

    David Lynch

  • Música

  • Frederick Elmes

  • Reparto Jack Nance, Charlotte Stewart, Allen Joseph, Jeannie Bates

  • Género Drama

  • Salas Bonifaz. Filmoteca de Cantabria

Es uno de esos destellos fundacionales que empieza en el desconcierto experimental y acaba en la obra de culto. Es David Lynch iniciático, el más ... puro y hasta cierto punto el germen, la digestión y el alimento de lo que luego sería una extensa, influyente y personalísima trayectoria. El cineasta (siempre primero pintor) agita esta inclasificable ópera prima ilustrativa, desde el expresionismo al surrealismo, desde el fantástico a modo de verso libre, a un juguete deliciosamente perverso vertebrado por la figura de un joven depresivo y asustadizo. Lo que habita en 'Cabeza borradora' es un diálogo de pesadillas insistentes y febril imaginación, de referencias y paralelismos con 'Freaks' y todo un tratado sobre la identidad y la representación. Cinta primeriza, libre, muy libre, arriesgada, contiene una especie de magma de lo que luego estaría por llegar hasta la configuración del universo Lynch. Lo perturbador, lo enigmático, el cuento surreal, la pintura, siempre la pintura. Paisaje industrial, cabeza jibarizada, deformidades..., en un viaje alucinado donde lo mejor es dejarse llevar. Sopa familiar inmersa en el absurdo, bomba emocional, sobre 'Erasehead' cabe citar aquella frase del cineasta fallecido recientemente: «Hay cosas que me parecen muy hermosas y no sé por qué. Algunas cosas tienen sentido y me cuesta explicarlas. Yo sentí 'Cabeza borradora', no la pensé». Interpretaciones tan abiertas como en ocasiones superfluas, la puesta en escena, el humor negro si acaso, la conmoción solo viene de lo subjetivo, de la coartada surrealista, de un planeta-mundo que, en realidad, es la propia capacidad visual del director de 'Terciopelo azul' para construir un laberinto entre lo grotesco y lo obsesivo. Y, además de la parada de los monstruos, hay toda una sucesión de guiños al cine silente, el de Keaton sin ir más lejos, junto a lo artesanal, la inventiva de los efectos, la atmósfera y la fotografía como personaje. Es decir, el Lynch que se expondrá luego, a veces a la intemperie, otras desde una planificación perfeccionista, de 'El hombre elefante' a 'Twin Peaks', Independencia, lo sonoro experimental, el impacto, su mirada libertaria, fruto todo de un filme casero, austero en lo económico pero imbuido de un talento inmenso, fundamentado en la abstracción y sostenido en el horror existencial. Críptica y extraordinaria.

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