El macartismo en un hotel
Ateneo. Nuevo ciclo. ·
Juega con la contención, la casi imposibilidad de puntos de fuga, lo psicológico exprimido y hasta el puro de Robinson como el bastón de un líder criminalSecciones
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Ateneo. Nuevo ciclo. ·
Juega con la contención, la casi imposibilidad de puntos de fuga, lo psicológico exprimido y hasta el puro de Robinson como el bastón de un líder criminalEs la última película de Huston con la Warner Brothers. Y la última vez que trabajaron juntos Bogar/Bacall. El reparto es uno de los más atractivos de la época y destila talento por todos los costados del celuloide. Hay quien piensa que 'Cayo Largo', ... casi una pieza de cámara –por supuesto rodada en estudios– con vistas a Florida (las únicas imágenes exteriores, casi de recurso, se rodaron en ese Estado) es una obra con menor implicación del director. Pero esta historia de un veterano de la Segunda Guerra Mundial desencantado –el papel ideal para Bogart– que recala en un hotel no menos decadente para encontrarse con familiares de un amigo fallecido, resulta ser no ya un clásico, sino uno de los noir más originales de la historia. Un filme asfixiante, donde habita una trama aparente y en el que subyacen muchas cargas de profundidad. El macartismo, las catarsis personales y colectivas, el peso de la violencia van masticándose en ese confinamiento de palabras sudorosas y amenazas latentes, mientras una tormenta tropical, que no necesita visualizarse se convierte en un personaje más.
Año 1948
País EE UU.
Dirección John Huston
Guion Richard Brooks y Huston
Reparto Richard Brooks y Huston
Género Cine negro
Huston fue sobre todo, desde 1930 hasta el final de su vida (Los muertos) y un centenar de películas, un magnífico narrador. 'Cayo Largo' despoja las situaciones límite, va desnudando a sus criaturas y deja la puerta entreabierta para que el espectador sea un invitado circunstancial en el vestíbulo de ese hotel que parece un cobijo útil, a la espera de un final inevitable.
El cineasta de 'Bajo el volcán' rodó 'Cayo Largo' entre 'El tesoro de Sierra Madre' (el mismo año, 1948) y otra obra maestra, 'La jungla de asfalto'. En ese bocadillo exquisito, el duelo entre Bogart y ese gángster inolvidable, encarnado por Edward G. Robinson, resulta un manjar intemporal. Tensión, atmósfera claustrofóbica y esas conversaciones que parecen pegarse a la pantalla como una costra que va erosionando la mirada, construyen una obra que deslumbra en los momentos precisamente en los que parece varada. Huston usa con inteligencia su origen teatral (la obra de Maxwell Anderson). Hasta seis veces el tándem Bogart-Huston se convirtió en un engranaje casi perfecto. Todo ello mientras el macartismo, la caza de brujas teñía de temor relaciones, amistades y rodajes. La reunión de algunos actores y su director, unidos más o menos frente a la amenaza, en ese hotel de ficción, tiene algo de conjura y simbólica resistencia pese al pesimismo. Todo fluye en 'Cayo Largo': las palabras, la acción que no es tal, la tensión de los cuerpos y ese constante pulso cuando se planta cara al poder.
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