
Madre hay más que una
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Falsa secuela que muta en pastiche inteligente y atractivo despliegue gore, en una historia de crueldad maternal tan brutal como intensaQué afinidad puede existir entre un rallador de queso, una sartén que fríe los huevos con sus propias cáscaras y el Libro de los Muertos. ... Pues si quieren respuestas acudan a ver 'Posesión infernal', adjetivada como el despertar. Por cierto ni secuela ni precuela. Insertada en la saga por derecho propio logra obrar el milagro desde lo más difícil: convertir un pastiche en materia original, no olvidarse de ninguno de los ingredientes del género de terror y construir una salvaje, cruel y brutal incursión en el mal desde una vuelta de tuerca a lo maternal.
País Estados Unidos
Lee Cronin, que debutó con la prometedora 'Bosque maldito', regresa certificando sus buenas maneras. Toda la parafernalia gore es inteligente, ata cabos con soltura, mantiene con acierto y tensión una mezcla entre el estertor físico y la tensión psicológica, entre la apariencia y el engaño, entre la confianza en el afecto natural y la rebeldía de la carne poseída. Todo ello sin recurrir abiertamente al humor pero goteando el claustrofóbico escenario de unos apartamentos con pequeñas dosis de esperpento, entre la náusea y la carcajada, como ese glóbulo ocular arrancado de un personaje que acaba en la garganta de otro. Además, todo es femenino singular y plural, entre apelaciones a la maternidad y un diálogo retador sobre la identidad de la mujer y sus instintos.
La niña –encarnada con mucho temple por Nell Fisher– le dice a su tía en la ficción que será en el futuro «una gran madre porque sabe mentir a los niños». Esta 'Posesión infernal' es terroríficamente fraternal, oscura desde el vientre y se construye a partir de un impactante arranque que juega precisamente con el the end. Un cíclico planteamiento que ironiza sobre la propia saga que tiene su punto de partida en los ochenta de la mano de Sam Raimi, aunque tenga más complicidad con el remake de Fede Alvarez firmado hace justamente una década.
Criaturas malignas, un terremoto como catástrofe natural que hace de conductor espiritista hasta el horror y un constante duelo entre la protección maternal y la posesión-madre. Hay guiños y homenajes, de 'Cumbres borrascosas' a 'El resplandor', pasando por todos los títulos de gore que han convertido en icono a la sierra mecánica. Despiadada y macabra, insistente, sabe zarandear al espectador sin recurrir a efectismos y con un metraje ajustado que se agradece. El sonido, además, ejerce de cicerone en un trayecto hasta el horror más primario.
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