Mancini toca el cielo
Filmoteca UC. Náutica. Jueves. Ciclo ·
Confianzas y traiciones, sospechas e intuiciones, secretos y mentiras. Es Donen pero siempre está Hitchcock. El talento muta la farsa en verdadSecciones
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Filmoteca UC. Náutica. Jueves. Ciclo ·
Confianzas y traiciones, sospechas e intuiciones, secretos y mentiras. Es Donen pero siempre está Hitchcock. El talento muta la farsa en verdadEn una de las muchas secuencias deliciosas de esta película, Audrey Hepburn y Cary Grant interactúan con las puertas de unas habitaciones y, finalmente, de un baño. Podría ser un fragmento de un filme de Lubitsch realizado hasta con los ojos cerrados, pero es Stanley ... Donen el que dirige esta joyita –ríanse de los híbridos actuales– donde confluyen e intercambian golpes de lucidez y personalidad visual la intriga y el romance, la seducción y el juego, el suspense en enredo y la comedia. Ni que decir tiene que Hitchcok siempre está al fondo de todo y si no es así se le reclama.
Año 1963
País EE UU.
Dirección Stanley Donen
Guion Peter Stone
Reparto Cary Grant, Audrey Hepburn, Walter Matthau, James Coburn
Género Drama
'Charada', ya lo dice la acepción y hasta la pronunciación, es acertijo, adivinanza y en esas estamos. Hay crímenes y mucha sospecha, y una delicada pero contundente relación entre lo enigmático y lo efervescente. Para ello, lo que sobraba era talento. El cineasta de 'Cantando bajo la lluvia' rimaba con el genio musical de Henry Mancini y sus variaciones jazzísticas. Y luego estaban la fotografía de Charles Lang (Con faldas y a lo loco) y, sin ir más lejos, unos títulos de crédito que invitaban a deslizarse por la historia: ese diseño coreográfico de Maurice Binder, asociado a James Bond, donde el color y la tipografía interpretan el laberinto de 'Charada'. Un mecano de animales de compañía, confianzas y traiciones, construido en un equilibrio siempre arriesgado sobre las arenas movedizas de secretos y mentiras, sin perder nunca el asidero de la comedia. El cineasta de la espléndida 'Dos en la carretera' zarandea el romance al uso, juega con ambigüedades y complicidades e implica al espectador en desafíos ingeniosos para hacer avanzar la intriga a través de una puesta en escena que, como en casi todo su cine, destila una profunda elegancia. La pareja protagonista, envuelta en un reparto nada baladí, arrastra al espectador por un mapa de falsas identidades, equívocos (una de las materias primas de Hitchcock) y distancias cortas e insalvables.
El tiempo ha erosionado quizá la solidez del encanto en las escenas de los mitos. Pero la luminosidad, la química y el refinamiento prevalecen. Es una de esas películas-cobijo donde el cine y la vida vuelven a ser parte del mismo sueño. El excelente ciclo de la Filmoteca UC es un homenaje a Mancini: «Hay una escena en la película donde Audrey (...) llega a su apartamento de París encontrándolo despojado de todo lo de valor». (...) Sus sentimientos son de tristeza, soledad y vulnerabilidad. Para mí, esto se tradujo en un pequeño vals Parisino triste. Con aquella imagen de Audrey en mi mente, fui al piano y en menos de una hora escribí 'Charada'». Pues eso.
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