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Masculinidad en fuga
Crítica de cine 'Exmaridos'

Masculinidad en fuga

Estreno el viernes en el Groucho ·

La disección débil y endeble de tres generaciones fluye entre tópicos y discursos muy resabiados | Sencilla y ligera, nunca penetra en el drama

Guillermo Balbona

Santander

Jueves, 6 de junio 2024, 14:46

Con más tono que tino, más intención que fruto, más nostalgia que lucidez, Noah Pritzker afronta un retrato que nunca logra evitar los lugares comunes. La crisis de la masculinidad, la desorientación y la orfandad y desconcierto del hombre solo forman parte del magma de 'Exmaridos'. El segundo filme de Noah Pritzker promete lo que no queda reflejado casi en ningún momento: una inmersión en un padre y sus hijos, con el abuelo al fondo, marcados por sus respectivas rupturas, soledades, vidas diluidas y miedos simulados. Pero esto no es Bergman y el dolor de las separaciones, la búsqueda de algo imposible de nombrar apenas resbala por la superficie de un drama tan clásico como adocenado y falto de fuerza. La disección débil y endeble de tres generaciones fluye entre tópicos y discursos muy resabiados, a excepción de algún pulso coral como el encuentro de los hombres con la madre.

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  • País EE UU

  • Año 2023

  • Dirección y guion Noah Pritzker

  • Reparto Griffin Dunne, James Norton, Miles Heizer, Rosanna Arquette

  • Género Drama

Melancolía, cierta querencia por lo crepuscular y un diálogo casi inasible entre drama y comedia (a veces negra) coquetean con tomar el mando pero el cineasta de 'Quitters' se empeña en dispersar los puntos de vista, aunque estén unidos por idénticas incertidumbres. Lo que hubiese sido un drama ácido o cáustico o una comedia dramática abierta y valiente se queda en mera crónica sentimental tan trillada como vulgar. Para paliar ese desmayo narrativo que va mostrando la película y en otro ejercicio de nostalgia más justificado, uno puede aferrarse a la presencia del excelente Griffin Dunne en un inesperado regreso.

El actor sufriente de la magnífica 'Jo, qué noche', de Scorsese, vertebra la historia en la que también es destacable la participación de Rosanna Arquette. Todo entre sombras de depresión, algunos jocosos contrastes y una serie de diálogos sentenciosos sobre la fugacidad y el presente desaprovechado. No hay brújula y las malas decisiones o situaciones de relleno impiden elevar el vuelo emocional. Lo que permite mantener cierto interés, pese a la sucesión de déjà vu y parches sobrantes, es la sencillez y ligereza que sostiene su clara falta de ambición. Discurre sin subrayados, y se agradece, pero nunca es capaz de traspasar ese contorneo de manual de primero de drama. Es tan agradable como exenta de penetración e insípida en su puesta en escena. Con mayor inspiración sus perdidas criaturas hubiesen dejado una estela de transparente sutileza.

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