Money, money, money
The Laundromat: dinero sucio | Dirección: Steven Soderbergh; Género: comedia dramática; Salas: Los Ángeles
Guillermo Balbona
Santander
Miércoles, 6 de noviembre 2019, 09:18
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Guillermo Balbona
Santander
Miércoles, 6 de noviembre 2019, 09:18
El cineasta que adquirió fama con 'Sexo mentiras y cintas de vídeo' juega con su propia trayectoria entre declaraciones contradictorias y una producción incesante. Desde su incursión en la figura del Che ha trabajado tanto para el cine como para la televisión, anunció que dejaba ... la dirección y, como tantos otros, presentaba poco después una nueva película. Ahora vía Netflix regresa con una sátira irregular que, como muchas otras de sus cintas de coreografía visual implícita, podría haber sido un musical singular.
De escenografía potente, con caricatura unas veces y un sentido acusado de la representación, 'The Laundromat: Dinero Sucio' vuelve a demostrar su gran dirección de actores y sus atractivos repartos, pero esta colorista, jocosa y jubilosa hipérbole sobre el dinero que todo lo empapa, con los 'papeles de Panamá' al fondo, resulta, y no es un chiste, papel mojado.
Desde la primera secuencia, con Gary Oldman y Antonio Banderas (ambos lo mejor del filme), se persigue con muchos excesos, hablar directamente a cámara, interpelar al espectador para perfilar un relato de lo que luego sería la gran estafa global. Para ello el mundo se convierte en un gran bufete con estos letrados ejerciendo de maestros de ceremonias en su descripción de 'la economía, estúpido', del truque al crédito, hasta llegar al intrincado enredo financiero que nos envuelve.
La ingeniería financiera, más bien la fontanería fina de quienes manejan el chiringuito fiscal es el eje de la denuncia, aunque a Soderbergh se le escapa la fuerza por la boca de sus personajes. Uno echa de mernos la intensidad inteligente de 'Traffic', en su desembarco en el tráfico de drogas, o la militancia y fuerza de 'Erin Brockovich'.
En 'The Laundromat', la denuncia es sátira pero burda y tan subrayada que diluye la efectividad como si todo fuera un juego que deja fuera a quien no acepta las reglas. El cineasta, que aquí se reserva también el papel de operador, ya optó por ese tono en 'El soplón'. El de ahora es un thriller comedia de señora (espléndida como siempre Meryl Streep) que sigue la pista de un fraude al seguro y se encuentra una montaña rusa, en plenas cataratas del Niágara, de compañías ficticias. Soderberg se muestra pícaro pero cansino, y cuando el filme se sale del poderoso imán de su reparto, decae por excesivo y afectado.
No cabe duda de su estilo pero la ironía no basta. Al margen del grito efectivo final, a veces parece que forma y fondo no se encuentran a gusto, diluidos y dispersos ambos. Hay entretenimiento con elegante punción sobre el corazón negro del capitalismo pero también una capa de frivolidad, más discutible que higiénica. Mezclando varias historias e intrahistorias las piruetas, destrezas y virguerías visuales del director son innegables pero uno tiene la sensación de que para ascender al centro de una cuestión grave lo hace encerrado en una rimbombante pompa de jabón.
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