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Escribe Gustavo Martín Garzo que «hay algo terriblemente vulgar en la mente moderna: la gente, que tolera todo tipo de vergonzosos embustes en la vida real, no soporta la existencia de la fábula». Sean leyendas o mitos modernos nos aferramos a una iconografía fundamentada en la extrañeza, en la otredad y en lo distante que, paradójicamente, nos consuela y siembra nuestro paso de complicidades. Es el elogio de la diferencia, lo ajeno que hay en cada uno de nosotros y que de pronto pasa a ser un relato reconocible donde buscar el lugar en el mundo. La narración de lo primordial vive agazapada y al acecho de la vida en cada búsqueda, en cada posibilidad de abrirse paso, como una indagación fértil, hasta dar con ese territorio de apropiación indebida donde el monstruo y la criatura, la del otro y la propia, parecen condenados a entenderse.
La peripecia de Francisco de la Vega, el hombre pez de Liérganes, alimenta la imaginación de muchas generaciones desde finales del XVII. Feijoo, por ejemplo, le dedica extensas páginas y su figura inspira libros como el de Herrán Valdivieso, pasado por cómics y la música (en el caso de Cantabria dio nombre a un grupo que tuvo un significativo recorrido). Pero en el último año la atracción por el enigma ha devenido en actualidad gracias al escritor José Antonio Abella (Burgos, 1956), premio de la Crítica de Castilla y León, vinculado a Cantabria, que noveló el pasado año el mundo del hombre pez con Liérganes como referente histórico y cartografía mítica, en un libro publicado por la editorial cántabra de Jesús Herrán, Valnera. Los mil ejemplares vendidos en su salida certifican el acierto de la narración y, por supuesto, la vitalidad de ese universo donde lo desconocido, lo enigmático y lo fundacional tienen su voz.
Ahora Valnera lanza la segunda edición que coincide con la exitosa presencia en las pantallas de ‘La forma del agua’, fábula con la que Guillermo del Toro se ha convertido en favorito a los Oscar.
Como en el caso de ‘La ofrenda’ de Martín Garzo, el filme bebe en muchas fuentes pero se inspira especialmente en aquellas películas de serie B, de los años cincuenta y sesenta, que invitaban a una traslación a la oscuridad donde asoman todo tipo de criaturas: muertos vivientes, hombres lobos, vampiros, mujeres pantera...Y, sin embargo, el principal monstruo es el que habita en el interior de cada uno, el de la incomprensión, el de la frustración, el de la pérdida, el de la fragilidad.
La película de uno y la novela del otro tienen un referente común más dominante: ambos toman como icono a ‘La mujer y el monstruo’, una película de Jack Arnold, que no es sino una versión más del cuento ‘La Bella y la Bestia’, donde la bestia es una criatura que vive en el agua (tiempos de afinidad). Una forma que queda fascinada por la muchacha a la que ve nadar.
‘Gill-Man’, denominación de este ser anfibio, protagonizó dos filmes más. En el vínculo entre el monstruo amazónico y la mujer subyace la Bella y la Bestia, historia cuyo canon cinematográfico trazó el poeta Cocteau a finales de los cuarenta en un filme en el que dirigió a su amante Jean Marais. ‘La mujer y el monstruo’, pequeño clásico del cine fantástico, fue dirigido por Arnold en 1954. Pero más allá de la apariencia y el cuento de amor y horror– el fantástico en estado puro– ambos filmes discurren por mundos opuestos en tono, atmósfera y mirada.
En las últimas horas, David Zindel, quien el pasado mes de enero ya acusó a Del Toro por plagio, presentó una demanda contra el cineasta mexicano, el productor Daniel Kraus y la distribuidora Fox Searchlight. El cineasta se ha defendido de las acusaciones asegurando que no conocía la obra. El hijo del fallecido dramaturgo Paul Zindel asegura que la película debería ser reconocida como una adaptación de ‘Let Me Hear You Whisper’, obra que su padre escribió en 1969, debido a las similitudes entre ambos trabajos. «A pesar de las similitudes entre la obra y la película, los acusados no se molestaron en obtener una licencia del demandante y los derechos de la obra ni incluyeron a Zindel en los créditos de la película», alega el hijo del dramaturgo. Por su parte, tanto Guillermo del Toro como Fox Searchlight niegan dichas acusaciones. En declaraciones a Deadline, del Toro aseguró que nunca leyó o vio la obra. «Nunca oí hablar de esta obra antes de hacer La forma del agua, y ninguno de mis colaboradores la mencionó», apuntó.
El propio Guillermo del Toro confesó hace meses que tenía seis años cuando vio la pelicula de Arnold en la televisión y despertó en él sensaciones extraordinarias por sus imágenes hermosasy la belleza. Premiada en los Globos de Oro, ganadora del Festival de Venecia, favorita a los Oscar, ‘La forma del agua’, también es una simbiosis perfecta entre el cine y el arte. Frente a acusaciones de plagio, el director mexicano ha admitido haberse inspirado en la pintura de George Tooker para su última película. Pero no es la primera vez. Ya en ‘El Laberinto del Fauno’ el arte de Goya cautivó a Del Toro. ‘La forma del agua’ narra la historia de una joven muda que trabaja como conserje en un laboratorio en 1963, en plena Guerra Fría, donde se enamorará de un hombre anfibio que se encuentra ahí recluido. Por su lado ‘Let Me Hear You Whisper’ trata sobre una mujer que intenta liberar a un delfín de un laboratorio que utiliza a los animales para fines militares. «La forma del agua no trata sobre un animal, trata sobre una deidad acuática. Estas dos ideas no son intercambiables o equivalentes», apuntó el director. «Nuestra historia es más compleja, entretejida con espías rusos, la Guerra Fría, amistad femenina, es mucho más compleja e importante que eso, y es completamente original».
Al margen de referentes y coincidencias cabe preguntarse por la vigencia de estas historias, mitos, leyendas. Abella se expone entre la ficción y lo verídico, a la hora de sumergirse en ‘El hombre pez’. Y sin duda lo que acaba por fundir las tres visiones en un microcosmos compartido es el del rechazo a lo diferente. También ejercicio de fabulación, Abella se decanta por la picaresca y las tradiciones locales y construye su apuesta por una historia popular de raíces históricas.
La reedición de ‘El hombre pez’ de José Antonio Abella (Burgos, 1956) subraya la atracción por un proyecto literario sobre aquel hombre desnudo que nadaba en alta mar con un grupo de delfines. ‘El hombre pez’ «hace del mar su refugio en el mundo. Me conformaría con que nosotros viésemos en el mar un refugio de la vida que debemos respetar». Como en otros autores esta figura tan singular se transmite a través del Theatro Crítico Universal del padre Feijoo. Una peripecia vital, «tan exorbitante del regular orden de las cosas» como dice el padre Feijoo, que no puede dejar indiferente a nadie. Los artículos, entradas de blogs, o capítulos sobre el hombre pez en libros de leyendas o sobre el «mundo del misterio» son muy abundantes, pero en su mayoría son breves y no ahondan demasiado. Abella siempre ha destacado que el único libro monográfico dedicado por completo al hombre pez de Liérganes es el publicado en 1877 por José María Herrán Valdivieso. También resulta de interés un estudio de Gregorio Marañón que vio la luz en 1934.
La historia de aquel chico de catorce años que tras echarse a la ría del Nervión desaparecer del mundo de los hombres durante cinco años, hasta que fue capturado por unos pescadores que faenaban en el mar de Cádiz.
Francisco de la Vega, que nace, vive y desaparece en el siglo de la picaresca, representa, a juicio del escritor, una oportunidad para hacernos esas preguntas esenciales que nunca tendrán respuesta, pero a las que no podemos renunciar.
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