El mundo da grima
'Los muertos no mueren' | Género: comedia; Dirección: Jim Jarmusch; Salas: Cinesa y Peñacastillo
Guillermo Balbona
Santander
Martes, 2 de julio 2019, 09:40
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Guillermo Balbona
Santander
Martes, 2 de julio 2019, 09:40
La doble trampa ante lo último de Jim Jarmusch es caer en la presunción de que es un simple divertimento con toques personales y, por el contrario, un artefacto de humor intelectual y sofisticado. Es más sencillo, 'Los muertos no mueren' es una personalísima y ... efervescente parodia marca de la casa en el que todo lo anterior convive y cruza de manera transversal una historia de zombis en el epicentro de un fragmento de la América profunda. Bucle ensimismado, reiteración cíclica de palabras (grima), diálogos y situaciones, metacine, reflexiones endogámicas, guiños, homenajes y ese humor seco, sin muecas, busterkeatoniano, sin aparente ruido pero muchas veces hondo y dotado de un golpe de lucidez.
Casi todo en el filme es Jarmusch en estado puro, el problema es que el cineasta de 'Extraños en el paraíso', siempre fiel a los suyos (equipo y actores), se muestra limitado en el desarrollo argumental e insuficiente a la hora de otorgar densidad a su creación. En ocasiones es como si no creyese del todo en su desembarco, ni en la crítica sinuosa y reptante que pulula y aletea dentro de la historia ácida y lúcida. El Jarmusch de 'Paterson', ese poema en carne viva con huellas de Carver, es demasiado grande para caer en comparaciones que ni el propio cineasta ha pretendido.
'Los muertos no mueren' es una jocosa visión del fin del mundo con varias cargas de profundidad a una sociedad alienada, a la América de Trump y a un cine encorsetado que vive de modas y franquicias. El filme rezuma ese humor surreal que acompaña ciertas miradas de transgresión y esa ruptura y parodia de los géneros y sus gramáticas basadas en tópicos y en compartimentos estancos. Sus citas y referencias cinéfilas constituyen lo mejor del filme, de George A. Romero a Samuel Fuller, del homenaje a 'Kill Bill' de Tarantino a 'Psicosis' de Hitchcock, más la katana de 'Ghost Dog' y la camiseta de 'Nosferatu'.
El folk de Sturgill Simpson es la banda sonora monotemática que en modo saleroso, chusco o cómico suena o se silencia por igual a lo largo de todo el metraje de esta road movie parada, con automóvil de la policía, personajes presos de una espiral de papanatismo y provincianismo enfermizo y envueltos en el analfabetismo crónico. El racismo, el fraking, la ignorancia se combinan con las citas a su propio cine y a su película, incluso aparece su nombre. Y Bill Murray acaba preguntándole a Adam Driver si ha leído el guion. Ya en 'Sólo los amantes sobreviven' el vampirismo servía de metáfora sobre el presente de la civilización y ahora sus zombies se convierten en una sencilla pero implacable metáfora sobre el consumismo que devoramos y nos devora.
Se desprende una atmósfera de decepción en torno a este Jarmusch pero no hay duda de que se mantiene el aura de su visión de las cosas, su sardónica disposición a la extrañeza. Ligereza y superficialidad pese a su crítica al materialismo y su permanente sombra de agitación. No entusiasma, pero deja un margen de apego. Y, ademas, está Tom Waits y esa es una buena razón para seguir siendo un muerto viviente.
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