Lo noir declamado
'El crack cero' | Dirección: José Luis Garci; Género: misterio; Salas: Cinesa y Peñacastillo
Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 7 de octubre 2019, 15:14
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Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 7 de octubre 2019, 15:14
Más que resucitar, Areta siempre estuvo ahí. El personaje es un arquetipo José Luis Garci, un trasunto de sus querencias, obsesiones, gustos y esas cosas pequeñas con las que construimos nuestra visión del mundo y fabricamos esa estancia de supervivencia y, en ocasiones, hasta de ... breve celebración. 'El crack', con Alfredo Landa rompiendo sus propios moldes y descolocando a los muy dados a encasillar, supuso un golpe seco y una declaración de amor al género y, por ende, al cine. Este regreso cifrado en cero, al origen, es simplemente autocita y autohomenaje.
Es cine de antes sí pero declamado, asfixiado por la propia coartada que concede el blanco y negro, las citas, la adscripción a una determinada mirada. Todo el filme, postal espejo personal, a modo de novela gráfica varada en una concepción del cine, es mera ilustración, exenta de latido, incapaz de zarandear. Uno 'lee' un caso de suicidio que apunta a asesinato (se escucha en el arranque del filme, que nadie se asuste) y a partir de ahí se instala en la zona de confort de una declaración de amor al noir tan loable como atorada en cierto ejercicio mimético.
'El crack Cero', que alterna algunos momentos deslumbrantes con otros ridículos, ciertos diálogos impostados y otros brillantes, es una película fruto de una estilizada apuesta personal. El problema es que su potencia narrativa es débil; su estructura reiterativa, como fragmentada en pasajes enlazados entre fundidos y encadenados, imágenes de un Madrid de los setenta y continuas referencia y citas, de la muerte radiofónica del dictador al caso Almería, resulta algo cansina.
Es una película que toda ella parece un cameo del propio Garci y un homenaje, justificado, a Landa. Lo supuestamemente anacrónico que exuda no es un defecto, sí cuando muta en cierto acartonamiento. Por el contrario, se eleva en algunas elipsis y en un esteticismo logrado, como si uno accediera a una mirilla y viera un catálogo de figuras y sentencias. «Los libros abrigan», puede escucharse en una de las muchas frases rúbrica que cierran escenas y secuencias, otras solo adornan, como si lo que se quiere contar fuera por un lado, y la textura de eso que llamamos cine se perdiera en una fuga permanente.
En la historia no falta de nada de ese microcosmos adherido a la epidermis sentimental del cineasta de 'Asignatura pendiente': la radio, el boxeo determinada mitología y hasta un delicioso homenaje al poeta e inmenso articulista que fue Manuel Alcántara. Con el reparto sucede idéntica desigualdad. Carlos Santos, impecable, se diría que encarna a Germán Areta pero también a Landa, en un musculoso y sobrio trabajo que es, sin duda, lo mejor del filme junto a la fotografía de Luis Ángel Pérez. A su lado, Pedro Casablanc, nunca falla. Pero entre las apariciones corales, muchas de ellas breves, lo fallido predomina.
'El crack Cero' rebosa coherencia. Es como una isla de amor al cine entre tanto material digitalmente venenoso. Pero lo afectado, lo literario incrustado en la imagen, o el plano como secuestrado, a la espera de la frase feliz, atan y minimizan cualquier intento de desprenderse de esa sensación de lo postizo. Uno transita por la memoria visual pero a modo de una nostálgica teatralidad. Y pese a que pueda sentirse cómodo en el ecosistema referencial que plantea el filme, nada puede cambiar la sensación de anquilosamiento. Por seguir en clave unamuniana, quizás Garci venza en su apelación inapelable a lo clásico, pero no convence.
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