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Ese ordenado caos
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Wes Anderson obtuvo el domingo el Oscar por esta pieza excelente y cómplice, tan suya sin dejar de abrazar a Roald Dahl, que derrocha talentoSecciones
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Wes Anderson obtuvo el domingo el Oscar por esta pieza excelente y cómplice, tan suya sin dejar de abrazar a Roald Dahl, que derrocha talentoWes Anderson tiene algo de travieso y juguetón embaucador, cuya capacidad para la empatía y la complicidad no muestra límites. Es un desconocido familiar y ... una criatura que sentimos cercana aunque no la conozcamos. El cineasta de 'Los Tenenbaums' funde realidad y representación, cotidianidad y fantasía, sueño y extrañeza. El suyo es un gran teatro visualizado con una naturalidad deslumbrante que solapa historias, relatos, personajes e imaginarios, en un corpus made in Anderson, a modo de mapa perseguidor de mundos y estancias insólitas. Quizá era una alianza lógica. La simbiosis de dos visionarios –el cine (mecano de muchas piezas y territorios) de Anderson y la huella de Roald Dahl, fábrica de sabores imaginativos interminables–.
País Reino Unido
Año 2023
Dirección y guion Wes Anderson
Reparto Benedict Cumberbatch, Ralph Fiennes, Ben Kingsley, Dev Patel
Género Drama
De este abrazo surgió el pasado año 'La maravillosa historia de Henry Sugar', una vuelta de tuerca excelente del cineasta donde su personal dominio del diálogo entre crear y recrear construye un desorden equilibrado y un orden en el caos. «Hay un montón de cosas en este mundo nuestro sobre las que ni siquiera has empezado a preguntarte todavía», escribió el autor de 'James y el melocotón gigante'. El cortometraje vio la luz casi en paralelo a su último largo, 'Asteroid City', injustamente ignorado. Curiosamente este pasado domingo su Henry Sugar lograba el Oscar ratificando la coherencia de su estilizada mirada, o su transparente contundencia visual a la hora de concebir una reformulación de la escritura de Dahl.
Con estatuilla o sin ella, 'La maravillosa historia de Henry Sugar', ya ha tenido su extensión en otras historias del escritor como 'Veneno' y 'El desratizador'. Los planos, decorados, visiones y montajes elaboran, se ciegan y restituyen por igual en una deliciosa caja mágica que posee la curiosidad de mantener, en modo recitación, palabra por palabra, el relato del escritor del Reino Unido. Entre la cuarta pared y las rupturas habituales del cineasta, aquí muy cerca de 'El Gran Hotel Budapest', exhibe un incesante desfile transformador de decorados en un fluido celérico de voces, narradores y criaturas. Más que un mediometraje, es una incubadora excitante, asombrosa de un mago de las posibilidades del cine. Deseoso buscador del hecho de contar, donde todo es posible y todo sucede y todo remite a esa gran verdad: necesitamos contar, necesitamos que nos cuenten. Un gran escenario de guiñol que traslada lo sublime de la forma a las sutilezas del relato. Un caramelo ácido que diluye en la boca el artificio en favor de las emociones
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