Partitura edípica
Groucho. Proyecciones especiales Día de Europa ·
El suyo es un cine que no busca hipérboles ni rupturas. A la cinta de la germana Angela Schanelec hay que acudir con la mirada muy abiertaSecciones
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Groucho. Proyecciones especiales Día de Europa ·
El suyo es un cine que no busca hipérboles ni rupturas. A la cinta de la germana Angela Schanelec hay que acudir con la mirada muy abiertaComo en las partituras más exigentes en el cine de Angela Schanelec suena tanto el silencio como los subrayados necesarios. 'Música', el mejor título, es cine elíptico en su construcción, nada nuevo pero aquí depurado al máximo, y edípico en lo argumental. El mito está ... presente, como en tantas otras películas y adaptaciones, pero Angela Schanelec, radical y estilizada en su apuesta, decide bordear, llevar a su terreno, recrear de modo libérrimo la tragedia y sus diferentes fragmentos o episodios. Los contrastes entre lo que se cuenta y cómo se cuenta; las colisiones entre el paisaje y los escenarios y la emoción deslizando cada tono y gesto dramático, es lo más atractivo del filme. Lo aparente no presenta dudas: un niño crece con sus padres adoptivos en este caso Grecia. Cuando alcanza la veintena comete un homicidio. Después llegará el enredo, la confusión y el espejo/reflejo de la tragedia a partir del azar y lo inesperado. El sueño como sinónimo de espejo.
País Alemania
Año 2023
Dirección y guión Angela Schanelec
Reparto Aliocha Schneider, Agathe Bonitzer, Marissa Triandafy
Género Drama
La cineasta germana, directora de 'Estaba en casa, pero...' plantea un distanciamiento rotundo, en el que el suceso se vuelve implicación. Y uno participa desde el deslumbramiento, unas veces, desde lo hipnótico, otras. 'Música' es caricia, incomodidad, extrañeza y fragilidad. Y por ello la palabra sin diálogos, el silencio, las miradas, lo que sucede fuera de campo y las melodías cantadas son una misma cosa desconcertante y seductora. Un minimalismo que provoca tanto desazón como consuelo. Es un cine trascendental que pide desde el principio la aceptación de un ejercicio en el que los detalles, ese lúcido desmayo que atraviesa las situaciones, esa suavidad en torno a los personajes no impiden transparentar las dimensiones de las heridas. Schanelec, en modo gurú sin mensaje, como una sherpa de imagen, plano y mirada subliminal, tira del espectador más reacio y acomodaticio. Y lo hace con delicadeza, sin afectación. El suyo es un cine que no busca hipérboles ni rupturas.
A la cinta de la germana hay que acudir con la mirada muy abierta. Porque lo importante no se trata tanto de entender como de dejarse llevar, en un equilibrio funambulista imposible entre lo que transmite y lo que parece un tratado de belleza. Todo contenido en un mismo espacio, quizá hallado por el montaje, entre la música, el sonido y el vaivén de los tiempos. El mismo que oscila entre la abstracción y esa críptica enunciación que asoma a cada paso.
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