
Posesión insustancial
Yelmo, Cinesa y Ocine ·
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Insustancial modo de engancharse a una saga que debería dejar siempre intacto el original por mucho que suene 'Tubular Bells'Ellen Burstyn, gran dama, aparece como la madre de todas las batallas. Y no menos curtido, el cineasta, actor y director, David Gordon Green, salta ... de sus anteriores Halloween, toda una trilogía para olvidar, a un siempre agradecido eterno retorno al exorcista que se postula como secuela del filme de los setenta. Por si una niña poseída fuera poco, aquí tenemos dos criaturas en estado de gracia maligna. El miedo no lo da esta sucesión de invocaciones diabólicas e infernales («el diablo nunca se rinde», se escucha en la película como si el guion lo hubiese escrito Donald Trump); no, el terror es pensar que el director insista en levantar otra triada con el exorcismo como material de moda, banalizado y recurrente made in tertulia Cuarto milenio.
País EE UU
Año 2023
Dirección David Gordon Green
Guion Gordon Green, Peter Sattler
Reparto Leslie Odom Jr., Ann Dowd, Jennifer Nettles, Norbert Leo Butz, Lidya Jewett, Ellen Burstyn
Género Terror
Con esa coartada de lo nostálgico, este exorcista creyente, vacío y carente de sentido, trata de exprimir imágenes y situaciones que ya estaban en la obra maestra inolvidable. Gordon Green no se plantea ni por asomo otorgar una cierta reactualización al filme de William Friedkin, recientemente fallecido, que esperemos no llegara a ver semejante esperpento. Como buena parte del cine del presente, más medios, menos ideas. Mayor aparatosidad, más conjunto vacío. La ecuación creativa no falla. Si se exceptúa algún plano y escena que apela a la perturbación y la conmoción de los instintos más primarios (faltaría más), este exorcista en modo pirotecnia es ruido, barullo y confusión. Cumple la regla de acumular como método rotundo de una supuesta forma de seducción cansina.
A excepción de Ellen Burstyn (ese sí es el verdadero remake) el resto es escalofrío envasado al vacío, amparado en el sello Blumhouse como garantía de que siempre va a encontrarse un fondo de interés, dentro de un pastiche donde los discutibles juegos de luces están más cerca de una sala de techno dance que de destellos del averno. Lydia Jewett y Olivia Marcum, lo mejor del filme, resisten la posesión, la de la ficción y de su director en su deambular con un guion que supera sin mucho esfuerzo a la reciente 'El exorcista del papa' de Julius Avery, con un patético Russell Crowe al frente, en lo que parece una competición de bendiciones y males enquistados. Lo psicológico y los miedos adolescentes hacia los que apunta el preludio se diluyen en un ir y venir. Insustancial modo de engancharse a una saga que debería dejar siempre intacto al filme original por mucho que suenen las notas del 'Tubular Bells' de Mike Oldfield. Nos queda el padre Karras en la sombra.
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