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Una metáfora y fábula que ilustra la incomunicación, lo convulso en una sucesión de situaciones límite sobre la condición humanaSecciones
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Filmoteca UC ·
Una metáfora y fábula que ilustra la incomunicación, lo convulso en una sucesión de situaciones límite sobre la condición humanaDe los realities al confinamiento. Lo del encierro da mucho juego. Mucho antes una singular obra jugó a la convivencia, a la fábula de odio ... y amistad y a la simplificación simbólica de la guerra. 'Infierno en el Pacífico', en comparación con otras obras de John Boorman, es un filme al que el paso del tiempo no le ha sentado bien. No obstante, este dúo de soldados de bandos diferentes que deben aprender a convivir en una isla desierta mantiene las constantes vitales de su esencia, esa metáfora de odio y amistad, de absurdo y descubrimiento cuyo mayor valor y pilar reside en la interpretación de Lee Marvin y Toshiro Mifune. Quizá la letra pequeña, el esquematismo de algunas situaciones forzadas han restado fuerza a la expresión, pero entre la música y el duelo agitado por la cuestión de la supervivencia, conserva todo su sentido.
País EE UU
Año 1968
Dirección John Boorman
Guion Alexander Jacobs, Eric Bercovici
Reparto Lee Marvin, Toshirô Mifune
En la filmografía del cineasta de 'Excalibur', este título hace las veces de puente entre la sorprendente e intensa 'A quemarropa' y 'Defensa' y 'Zardoz' que abren nuevas perspectivas a su cine en un momento en el que edifica su autopista hacia el cielo de la excelencia. La crítica alabó 'Infierno en el Pacífico' que después mereció otros acercamientos o trasuntos, entre ellos el del alemán Wolfgang Petersen que traslada una colisión similar al futuro, cuando un humano y un extraterrestre coinciden en un planeta desierto. Hostilidad, situaciones límites, trampas, a veces no exentas de humor, se suceden con la Segunda Guerra Mundial al fondo. De modo inteligente y con un uso eficaz de la puesta en escena el filme se postula entretenido, ilustrativo y muy equilibrado entre lo ideológico, político y bélico, dejando claro que solo el factor humano está por encima. Juego de roles y la incomunicación y el lenguaje como ejes fundamentales para seducir, conmover y provocar.
La naturaleza, lo psicológico, la complejidad dramática y el ritmo desigual confluyen en una cinta más aparente que honda, pero sin duda una alegoría potente y atractiva que la fotografía de Conrad Hall y la eficiencia del guion saben sacarle fruto. Todas las teorías y enseñanzas que surgen de este paisaje de Robinsones letales, cada uno como representación de opuestos, pasa por la aportación de ambos actores. Al cabo, un álbum fotogénico y documentado de sentidos y conflictos que conlleva el odio, más las situaciones extremas, en un itinerario convulso, a veces también reparador y esperanzado, sobre la condición humana. --
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