Sátira reblandecida
'Jojo Rabbit' | Dirección: Taika Waititi; Género: comedia dramática | Salas: Cinesa y Peñacastillo
Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 20 de enero 2020, 09:15
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Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 20 de enero 2020, 09:15
En su riesgo reside su encanto. En su mesura y contención, su trampa. Y luego está Sam Rockwell que es el verdadero führer, el líder de esta paródica mirada, a veces ardiente, jubilosa por fuera y reblandecida y exenta de sabor por dentro. En realidad ... la audacia en la concepción de esta mirada al nazismo con un Hitler juguetón y un niño con imaginación febril, se torna ternura en su construcción. Tal es así que 'Jojo Rabbit' parte de una mirada satírica, a medio camino entre la influencia de Chaplin y el 'Ser no ser' de Lubitsch, y en su transcurso muta en fábula, mitad jocosa, mitad sensiblera. Con un falso paso coral, pues el niño (Roman Griffin Davis está fantástico) vertebra y acapara toda la función, la cinta de Waititi rezuma toda su poética provocadora, su disfraz peleón y su ánimo y aliento diferenciador, pero menos. Con discutible apropiación, asume la estética de Wes Anderson que imprime una colorista mirada sobre esa identidad desbrozada del nazismo, la cual solo ayuda a arañar la superficie pero que no permite engrasar la idea de desazón ni la intención de ridiculizar que está en el corazón de la cinta.
El cineasta de 'Lo que escondemos en las sombras'. que parece intentar el reverso de 'El tambor de hojalata', edifica una coreografía chaplinesca, en especial en la figura de Hitler que encarna el propio Waititi. Hay dispersión satírica y una solapada sucesión episódica a la hora de perfilar la fascinación del niño y, por ende, las obsesiones del régimen nazi. El retrato del alma judía, el chiste de los perros alemanes, las escenas en el campamento de entrenamiento (claramente influenciadas por Moonrise Kingdom) la divertida llegada de la Gestapo al hogar infantil contribuyen a revelar un álbum lúdico, pero falta consistencia a la hora de ensamblar esa intención primera de diseccionar con fino y lacerante bisturí las entrañas del Tercer Reich y sus extendidas sombras hasta el presente. Waititi se deja llevar, quizás por prudencia o freno natural, por ese collage de cuento naif que a veces cubría la estupenda 'La vida es bella'. El cineasta con mucha personalidad toma la esvástica para exprimir su desagradable mancha pero solo la arruga. Hay caricatura aunque se pasa del trazo sutil y revelador al grueso y contenido con demasiadas concesiones.
A la valentía mágica de la mirada que impregna el tiempo oscuro se le ve en demasiadas ocasiones el truco. 'Jojo Rabbit' contiene planos hermosos, escenas maravillosas del niño con el personaje que interpreta Scarlett Johansson y siempre las agradecidas presencias de Rockwell, desprendido pero intacto, quizás el único que parece entender ese sueño dulce en la pesadilla, ese horror hondo y absurdo que se clave en la superficie de una mirada infantil fascinada por un amigo imaginario colectivo con aires de grandeza.
Su humor es funcional y acomodaticio pero no siempre es eficaz. El toque kitsch uniformiza el descaro y deja que el desgarro primero del cuento moral se vuelva secundario y empequeñecido. Cuando se aferra al delirio Waitti y sus criaturas muestran el cielo del infierno. Al contrario, su paso por la cuerda floja entre lo bufonesco y lo trágico pasa a veces del riesgo y el vértigo a lanzarse al vacío consciente de que le espera una tupida red.
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