
Sororidad viajera
Los Ángeles ·
Es un filme de momentos hermosos que nunca acaba de levantar el vuelo, que discurre en el epicentro de una geografía de mujer y de paisajeSecciones
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Los Ángeles ·
Es un filme de momentos hermosos que nunca acaba de levantar el vuelo, que discurre en el epicentro de una geografía de mujer y de paisajeEntre el enquistamiento y el viaje, entre un parto y otro, discurre una ficción de época (gris, marrón, negra) y otra que se augura diferente. ... A veces en 'O corno' la estética vence a la expresión, la naturaleza en todos sus frentes se come a la historia. Y la sonoridad sorda de las emociones obvia la sororidad imponente de los rostros, de lo que se escucha y de lo que se calla. Es un filme de momentos hermosos que nunca acaba de levantar el vuelo que enuncia, subyace o discurre en el epicentro de una geografía humana y de un paisaje. Jaione Camborda, que debutó dentro de una corriente de nuevo cine gallego, resurgió con esta cinta en un Festival donostiarra algo devaluado en sus filmes a competición. El ejercicio que prima en la obra de la cineasta vasca afincada en Galicia es el de la delicadeza.
País España
Año 2023
Dirección y guion Jaione Camborda
Reparto Janet Novás, Siobhan Fernandes, Carla Rivas, Daniela Hernán Marchán, Julia Gómez
Género Drama
Hay poso, madurez de mirada pese a tratarse de una segunda película, pero sobre todo hay tacto y ese discurso de estética, fotográfico, sensorial está en la intrahistoria. Y resulta más vivo y valioso que la crónica de denuncia, pese a que no se le pueda achacar falta de claridad narrativa. En 'O corno' habitan casi tres películas: la de la mujer en la vida rural en un fragmento de costumbrismo casi neorrealista y rostros intensos; la de esa misma mujer matrona en una sucesión de silencios, miedos y vidas ocultas. También hay cine, y mucho, en esa atmósfera de fronteras, de microcosmos condenados por lo atávico; y una tercera, la esa misma mujer, en una huida hacia adelante, de Galicia a Portugal, de drama rural con modos y formas de wéstern, y, finalmente, de road movie en ese tiempo de los setenta. Es entonces cuando el esteticismo se alía con el desgarro y las meras apariencias mutan en verdad y en una contención que no disfraza la visceralidad interna de una búsqueda interior y exterior. Hay un cordón umbilical que ata todo, desde la complicidad de las mujeres, de los cuerpos a las heridas, de la represión a la inmensidad libertaria de los paisajes.
Quizá lo que se cuenta –universal e intimista a la vez, a veces bellamente estereotipado y otras rupturista, pero quizá insuficiente– no deja de ser un tirante y hermoso duelo de vida y muerte necesitado de mayor intensidad interna, de una visualización más telúrica, vehemente. Y fruto del citado tacto, a veces superficial, otras más hondo, está ese diálogo de enigmas que se resisten a ser compartidos, de silencios entre los cuerpos. Una obra-llamada que entre la luz y la oscuridad se torna igualmente desigual.
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