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La classe operaia va in paradiso. 1971. 125 min.Italia. Dirección: Elio Petri. Guion: Petri, Ugo Pirro. Reparto: Música. Ennio Morricone. Fotografía: Luigi Kuveiller. Reparto:Gian Maria Volonté, Mariangela Melato, Gino Pernice, Salvo Randone. Género: Drama. Salas: Náutica. Filmoteca UC. Jueves.
Ahora que todo es ... distanciamiento, el melifluo contenido que se otorga al compromiso y, por supuesto, la Europa política actual que manipula el concepto social y la cultura y prima el mercado, revisitar un filme como el de Elio Petri resulta tan necesario como extraño. El retrato de la clase trabajadora, el tinte propagandístico, la convicción comunista del cineasta y, lógicamente, el drama humano están presentes en 'La clase obrera va al paraíso'. Lo cierto es que la historia de denuncia de las condiciones laborales atravesadas por el personaje del obrero sindicalista mantiene su intensidad. Y en lo puramente cinematográfico es notoria la importancia que adquieren el trabajo deGian Maria Volonté y la banda sonora de Morricone, en un filme bendecido en su día por Cannes.
El cineasta de 'Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha' y 'El amargo deseo de la propiedad' posee esa personalidad del cine político de los setenta con la contundencia de los mensajes, los problemas de toma de conciencia, la colisión entre pensamiento y acción y la propia proyección de la revolución, todo ello ambientado en las fábricas milanesas. Lo que permanece como singular retrato es ese perfil del trabajador solo, rodeado y presionado por los diversos y opuestos ámbitos que ejercen los discursos de autoridad. También el doble perfil familiar que da singularidad al filme de Petri, cuya filmografía busca la disección y la crítica a los fundamentos capitalistas. El Petri periodista, documentalista y cineasta se refleja en una mixtura de miradas que construyen la atmósfera del filme, que parece participar tanto de cierta nostalgia del neorrealismo y costumbrismo como de la denuncia.
Como en un renovado y ácido 'tiempos modernos', el grito mudo chapliniano de la sociedad industrial y sus nuevos esclavos, el cineasta italiano deja atrás el idealismo y presagia un entierro del posible cambio futuro. Es el peso de la pesadilla cotidiana, los mecanismos de la maquinaria capitalista, e incluso incide, en modo visionario, en el consumismo como arma letal de la perversa cadena.
La explotación se muestra desnuda pero las víctimas apenas resultan cercanas. Visualmente poderosa, es claustrofóbica, cáustica, caricaturesca incluso y apenas deja títere con cabeza. La cadena de montaje se prolonga de la fábrica a la propia vida. Los primeros planos de un Volonté entregado dejan en evidencia tanto la desolación individual como un agresivo e invasivo ecosistema colectivo.
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