Tras la crónica

En su favor la escritura de la historia. La guionista de 'Carol', de Todd Haynes, es la cineasta de 'Todas somos Jane', un filme incrustado en el ADN de los sesenta, pero cuyo retrato de empoderamiento sirve de cáscara y médula para hablar en realidad del presente. Además, incluye dos interpretaciones esenciales para arrastrar al espectador, más allá de lo sociológico, el trabajo de Elizabeth Banks, junto al de la recuperada Sigourney Weaver que certifica su valiosa presencia.

El filme se sitúa en el Chicago del 68, y el eje es esa mujer que se enfrenta a un embarazo no deseado y de riesgo mortal. Su soledad y su indefensión ante la posibilidad de abortar se enmarcan en ese tiempo de convulsión política con Nixon en el foco de la presidencia y Vietnam en la recámara. Machismo, involución, ataque a los derechos sociales y aún peor en el caso de las mujeres, todo es tan explícito como asoman implícitos los miedos de hoy.

Hay retrato social, aventura personal, perfiles de obligadas dobles vidas, activismo, idealismo y declaraciones de principios. Y todo encaja con soltura. Phyllis Nagy confunde, ya se ha dicho, el humor con cierta banalización pero el mensaje es contundente y necesario. Incluso muestra y demuestra que podría haber sido una excelente serie a modo de crónica. Son muchos los factores que surgen con mayor o menor fortuna, pero siempre fruto del excelente guion, nada olvidadizo ni facilón: el aborto clandestino, las carencias de la educación sexual, también sentimental, las inamovibles cuestiones de las familias y la pareja...

Basta recordar que 'Todas somos Jane', fechas aparte, se ha realizado y estrenado poco después de que los conservadores del Tribunal Supremo USA dieran una vuelta de tuerca al acceso al aborto con una sentencia retrógrada.

Más allá del retrato colectivo de mujeres de Chicago que crearon una red de aborto clandestina, el filme de forma militante unas veces, efervescente otras, se revela como un eficaz drama. Propicia debates, pero se protege bajo una capa que reblandece el mensaje y desaprovecha su enérgica incomodidad interior. Hay decisión y simplismo a partes iguales. Más intención que solidez, su tono disperso desmaya la fuerza política que se le presupone y no exprime a sus actrices entregadas.