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Priscilla. 2023. 112 min. EE UU. Dirección y guion: Sofia Coppola. Memorias: Priscilla Presley. Música: Phoenix. Fotografía: Philippe Le Sourd. Reparto: Cailee Spaeny, Jacob Elordi, Emily Mitchell, Ari Cohen. Género: Drama. Salas: Cinesa, Ocine y Los Ángeles.
Elvis y Cilla se van de compras. Él ... y sus amigotes, en plan corifeo, contemplan cómo ella se prueba los vestidos, aunque es el rey del rock quien elige siempre. «Solo cubierta con una pluma ya serías sofisticada», le dice el cantante de Graceland a su futura esposa. Y uno no puede evitar pensar en una jaula afectiva, posesiva, psicológica.
'Priscilla' es una película de objetos: el primer reloj que regala Elvis a la aún niña enamorada, quizá solo deslumbrada. La presencia kitsch de muchas estancias. Los billetes de avión para el reencuentro de la pareja. Las fotos polaroid, las pistolas que le compra el mito a su amada y que ella posa sobre sus vestidos. Desde el primero de los planos de esta delicadamente desgarrada, inteligente y sutil película –los pies de Priscilla pisando una alfombra mullida– Sofia Coppola construye una sucesión de decorados y escenarios con Elvis al fondo, que a la cineasta le sirven para poner el foco en la joven aislada, en su mirada, en su soledad sonora, que desnuda el precio de una humillación creciente, los arrebatos y distanciamientos, en ese tramo cronológico que va desde la fiesta de 1959 en Alemania al divorcio de 1973. En ocasiones, cabe pensar que en la cabeza/cámara de Coppola ha existido la tentación del paralelismo con otra de sus obras: María Antonieta es Priscilla y la Corte de Versalles, Memphis/Graceland.
La cineasta de 'Las vírgenes suicidas', coherente, se apoya en una excelente Cailee Spaeny para dejar que el filme fluya, más que muestre; se detenga en la niña-adolescente-mujer que crece ante la dictadura de la fama. Un continuo y solapado muestrario de barrotes de esa jaula de oro donde asoman la castidad forzosa, las pastillas, la manipulación, las adicciones, todo en un abrazo y su opuesto, en un anverso y reverso, donde al pronunciar la palabra amor también resuena el horror. 'Priscilla' posee su mayor atractivo en la contención, en su tono solo en apariencia distante pero efectivo, en su (des)maquillaje de una relación. Porque la cineasta de 'Lost in translation' ahonda en lo que siempre ha forjado su cine en construcción: el retrato femenino (aquí además melancólico, irónico, entre la ligereza y la profundidad) en un mundo masculino/machista.
Todo puede resumirse en dos momentos: Lo perturbador, la extrañeza y lo lacerante detenidos en un primer plano de Cilla, sola, cuyo rostro parece cortado por un leve resquicio de luz. Y otro, maquillándose minutos antes de alumbrar a Lisa Marie Presley. La banda sonora –Coppola siempre aguda– con Elvis orillado, estrecha los márgenes del juicio que dicta la historia.
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