Tres mujeres en un paseo de vida

'Invisibles', un título ya manido a la hora de etiquetar mundos como el de la indigencia y el de los refugiados, se refiere aquí tanto al estado emocional de las tres mujeres protagonistas como a los sentimientos que no se ven, a los secretos y a los silencios cómplices y palabras erradas.

Gracia Querejeta firma una obra de cámara, un paseo de jueves a jueves, donde la fragilidad y la costumbre, la prosa poética de las cosas pequeñas componen un filme fugaz, breve pero grave, sostenido por un pulso de relatos cruzados. 'Invisibles' contiene la tentación teatral de su discurso y el peligro de la reiteración en su puesta en escena. La cineasta de la fallida 'Ola de crímenes' procura que la cámara no sea invasiva. Y, a su vez, y ese es el más difícil todavía, sus tres excelentes protagonistas –especialmente la inmensa Adriana Ozores–, luchan para que los diálogos no impongan su soniquete impostado.

Hay artificio y tópicos, claro, pero en general el filme se eleva gracias a ese flujo de las cosas sobreentendidas, de las oquedades, de los desengaños, de las inseguridades, una estancia minimalista pero rebosante de náuseas y celebraciones transparentadas en su justa medida. Mujeres del medio siglo constituyen la mediana de este camino con bancos de una modesta pero sencilla caminata sobre el alambre de la vida.

La directora de '15 años y un día' pierde fuerza cuando introduce factores colaterales (el personaje que encarna Pedro Casablanc) y, sin embargo, gana en intensidad y verdad cuando se concentra en el trayecto. El humor como tabla de salvación, la conversación frente al móvil y eso que transcurre fuera del parque y se convierte en lo palpable, son los tempos de un filme fijado por sus tres criaturas en estado de Gracia.