
Trópico superficial
Cinesa ·
La directora desaprovecha todo lo que representa desgarradura, profundidad, catarsis y se deja llevar por el artificio, la afectación y lo grandilocuenteSecciones
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Cinesa ·
La directora desaprovecha todo lo que representa desgarradura, profundidad, catarsis y se deja llevar por el artificio, la afectación y lo grandilocuenteDe Henry Miller a Keats. Ahora que la censura en espacios académicos de Estados Unidos (y en otros lugares más cercanos de cuyo nombre es ... mejor no acordarse) discurre sibilina o dominante entre escritores 'borrados', resulta curiosa esta cinta cuyo mantra es el autor de 'Trópico de Cáncer'. Opera prima, en principio atrevida y con un planteamiento propicio para el debate, 'Miller's Girl' pierde sus buenas intenciones en su pretenciosidad pero sobre todo en lo afectado y artificial de su tratamiento. No hay ningún tipo de química en este retrato de alumna con talento y el profesor que arrastra una frustrada condición de escritor. Y lo literario y lo puramente cinematográfico no encuentran nunca su zona de confort como si hubiera dos películas en una. Un duelo docente/discípula, de reconocimiento y distancia, de juegos de seducción intelectual y de traviesos trayectos en la cuerda floja entre lo puramente profesional y lo personal.
País EE UU
Año 2024
Dirección y guion Jade Halley Bartlett
Reparto Jenna Ortega, Martin Freeman, Gideon Adlon, Bashir Salahuddin
Género Drama
La directora desaprovecha todo lo que representa desgarradura, profundidad, catarsis y se deja llevar por el artificio, la afectación y lo grandilocuente pero vacuo. Bien por prudencia, bien por carencias de estilo, se queda atorada en la epidermis del thriller psicológico erótico de boca párvula, tras un enredo previsible, carne de redes sociales y móviles perversos nada discretos. La tensa relación de admiración, seducción y dominación a la que apuntaba la trama se vuelve una superficial y lúdica, muchas veces poco creíble, historia que parece primar el perfil de una Lolita pija, frente a lo que hubiese sido un estudio sobre la iniciación de escritura y sexo. Demasiada voz en off, ritmos irregulares y estampas que chirrían, solo cohesionadas por la densidad de la literatura. Entre lo sesudo y lo ridículo la línea fronteriza es endeble. No ayuda el juego de ambigüedades y cuando asoma con plenitud el dramatismo el filme ya está estancado. La denuncia sobre las relaciones de poder es pobre y estereotipada y más que crítica al puritanismo parece un ejercicio atrapado por su influjo.
Henry Miller se queda en la entrepierna de él y de ella. Lo oscuro, lo gótico, las heridas quedan cubiertas con una gasa de vulgaridad. El filme no se aplica la sentencia manida que se escucha en su metraje: «Por utilizar palabras rimbombantes, uno no es escritor; igual que por saber sumar, uno no es matemático». El personaje encarnado por Jenna Ortega refiere que «el amor era una palabra demasiado convencional para describir lo nuestro». Pues a su directora hay que decirle que a su película le sucede lo mismo.
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