Voces confinadas

Pese a lo desigual de todo filme episódico discurre de modo compacto, transparentado tonos muy diferentes, jugando con los lazos y las referencias entre criaturas. Una conversación entre una psicóloga y su paciente en plano fijo; los preparativos de una celebración de cumpleaños y un móvil que abre el escenario a un suceso exterior; una charla que mantiene la pareja de la citada terapeuta con un compañero de trabajo, y en el tramo final –y el mejor–, un interrogatorio policial sobre unos trágicos acontecimientos. Un cuarteto visual y estructural, entre movimientos leves, reiteraciones, toques de humor, otros de desazón, lo existencial, lo banal y la extrañeza. Todo parece sujeto a una inmovilidad, a un estatismo simbólico y metafórico sobre un tiempo y un espacio. Mirada quirúrgica, diálogos que parecen tener algo de competitivo, de confrontación, el filme del cineasta de 'Sieranevada' se mueve como casi toda su filmografía entre la desazón, la dureza formal y un afán, sin paréntesis frívolos, por escudriñar en la burguesía, en la familia o, en este caso, en los factores subliminales, la trastienda o lo anestesiado de individuos y grupúsculos. Puiu compone una partitura que responde a una intensa planificación y a una combinación nada azarosa: de la cámara estática a la nerviosa, de la aparente asepsia al dramatismo desgarrado. Una obra para ver con los ojos y con la cabeza como todo cine que provoca preguntas mientras ausculta la condición humana.