El zorro en sidecar
Groucho ·
Drama de partitura bélica al fondo pero afinado por el diapasón del milagro de vida que surge hasta en el fangoSecciones
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Groucho ·
Drama de partitura bélica al fondo pero afinado por el diapasón del milagro de vida que surge hasta en el fangoEl vínculo hombre animal puede llevar al despiste o a cierta interpretación superficial altruista. Pero 'El zorro', entre la fábula, la alegoría y un componente de extrañeza posee un factor hondamente humano que precisamente el cineasta Adrian Goiginger, en su segundo filme, no acaba de ... exudar del todo. Opta por mantener un cierto tono sentimental en la superficie de esta singular historia, nunca sensiblera, basada en los ecos reales del pasado expresados por su bisabuelo, sobre el vínculo entre un cachorro de zorro y un soldado del ejército austriaco asociado al tiempo del invasor nazi.
País Austria-Alemania
Año 2022
Dirección y guion Adrian Goiginger
Reparto Simon Morzé, Adrianna Gradziel, Karl Markovics
Género Drama bélico
Sin deslumbrar, pero con miradas poéticas y elipsis que dejan al margen lo crudo de la guerra, el filme ahonda en ese estado de naturaleza milagrosa frente a la rutina del horror. Hay afectos enterrados, traumas arrastrados desde la infancia y el paisaje de la guerra como una constante pulsión con su sombra de muerte. Es difícil su perfil pero gran parte del mérito de la película reside en que logremos empatizar con su personaje. Disney, sin duda, hubiese ido hacia otro lado con un relato así, pero el cineasta austriaco zarandea la historia familiar, alterna el recuerdo del niño con el joven soldado que encuentra la necesidad del abrazo en el cachorro herido porque quizá toda la historia, con esa impresionante esvástica en llamas, sea la de un tiempo lacerante con sus miedos primarios y el holocausto al fondo. El relato familiar tiene sus raíces insertadas en la necesidad de contar.
Tal es así que a veces el filme parece bordear cierto realismo mágico o, al menos, una capacidad muy certera para enfrentarse a los contrastes de lo que supone esa amistad y la atmósfera que la rodea. Si fue del todo real, no importa demasiado. Las escenas del sidecar cruzando esos caminos de la guerra donde uno nunca sabe si los atravesará del todo, constituyen un excelente ejercicio cinematográfico. Un drama de partitura bélica pero afinado por el diapasón del milagro de vida que surge hasta en el fango. Aunque en ocasiones puede resultar facilón el paralelismo de los recuerdos con el simbolismo que representa el animal, entre cobijo y afectividad, va abriéndose paso la imagen directa y transparente de la necesidad de hacer frente a la soledad. Hay una fragmentación de historias y situaciones, no siempre conseguidas del todo, que construye ese microcosmos de huérfanos frente al delirio del entorno. Uno imagina lo que hubiese hecho Terrence Malick con una historia así, entre lo psicoanalítico, la ensoñación y esas piezas casi oníricas de un engranaje espeluznante que se siente en cada sonido de la guerra.
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