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Hace veinte años que Lorena Fernández (Santander, 1980) dejó Cantabria para convertirse en bailarina, una profesión que ejerció durante diez años en diversos compañías de Europa hasta que un buen día decidió cambiar el escenario por la enseñanza en distintas compañías del Reino Unidos ... como el Royal Ballet School, el English Ballet, el London Studio Centre o el Trinity Laban Conservatory of Music&Dances. En la actualidad trabaja como asistente de Julio Bocca en el Ballet Nacional Sodre en Uruguay y con este coreógrafo, un mito para los aficionados a la danza, viajará en febrero al Teatro Colón de Buenos Aires para poner en marcha junto a otra gran figura, Paloma Herrera, 'El Corsario', el nuevo montaje de la compañía.
Este verano ha regresado a Santander para impartir en el Centro Botín un taller donde a través de un proceso creativo se exploran coreográficamente diferentes ideas de la obra original de 'El lago de los cisnes' de Marius Petipa. Un curso que comenzó el pasado lunes y que imparte de forma conjunta con Bim Malcomson, artista del Royal Ballet School en Londres. «Lo estoy disfrutando mucho, porque en Uruguay mi trabajo está dirigido a bailarines profesionales y el poder dar clases a niños o jóvenes me llena mucho más», explica Lorena Fernández.
El taller, que lleva el sello de la Fundación Botín en lo que se refiere a despertar la creatividad y capacidad para improvisar, con el fin de contribuir a un crecimiento artístico y personal del niño o adolescente, sigue un método muy innovador en España que la bailarina conoció en Inglaterra. «La idea es salir del 'tipicazo' de las clases de ballet. Esas en las que los alumnos siguen frente al espejo y sin cuestionarse las indicaciones del profesor. En este taller lo que pretendemos es fomentar la creatividad del alumno a través de una serie de preguntas. Un método que despierta sus emociones y le hace más participativo dlo que hace que mejore», explica la cántabra quien ya ha impartido talleres similares en el Reino Unido.
Aunque para participar en el curso de la Fundación Botín no hace falta tener estudios de danza, ella está más acostumbrada a trabajar con bailarines. «La base técnica es esencial en nuestra carerra, pero creo que hasta ahora se ha descuidado la creatividad de los alumnos en las clases y debería fomentarse más», dice.
Los días lluviosos como el de ayer le traen recuerdos de su infancia, de cuando con ocho años viajaba sola en autobús para ir a sus clases de ballet en la academia de Rosa Nuñez y soñaba en convertirse en una bailarina profesional. Lo consiguió, aunque confiesa que ha sido duro y que un bailarín tiene que hacer muchos sacrificios y dedicar prácticamente el día, incluidos sábados y domingos, a ensayar. «¿Que qué cualidades tiene que tener un buen bailarín? Tiene que ser alguien muy perfeccionista, exigente y también reflexivo».
Ella, que a lo largo de su vida se ha exigido mucho, se siente obligada a hacerlo ahora a sus alumnos. «En Uruguay trabajo como profesora de profesionales y eso me hace reclamar que no haya ningún fallo. Con los niños, sin embargo, mi misión es mostrarles las herramientas para que puedan llegar a lograr la excelencia».
Dejo de bailar en 2011 y asegura que no echa de menos los escenarios. Está feliz con la posibilidad de dar clases y con la oportunidad que le ha dado Julio Bocca. «Trabajar con él es como haber cumplido un sueño. No fue fácil hacerle llegar mi currículum y que se fijara en él. Cuando finalmente lo hizo me llamó para que impartiera un curso durante un mes, luego me prorrogo hasta finales de año. Y luego ya me contrató».
Su trabajo en este ballet le ha supuesto también un cambio drástico en lo personal. «Acostumbrada al ritmo de Londres, la vida en Uruguay pasa mucho más despacio, porque allí una hora dura exactamente sesenta minutos, mientras que en cualquier ciudad europea parece que duran cinco», afirma.
Si se le pregunta cual ha sido la decisión más importante que ha tomado en su carrera, si la de irse de Santander con apenas 16 años o la de dejar de bailar en el momento más álgido de su carrera, en el Scottish Ballet, no duda en reconocerlo. «Lo más importante que he hecho en mi vida ha sido tener un hijo», afirma con rotundidad.
Lorena Fernández es bailarina de ballet clásico. Reconoce que en alguna ocasión ha hecho algo de contemporáneo, pero que al final se decanta por la zapatilla de puntas. «Con la danza ocurre como con el cubismo de Picasso. Antes de hacer esos cuadros era un gran pintor figurativo, pues bien para hacer danza contemporánea es necesario tener una buena base clásica. Si no olvídate», explica.
En relación al taller que imparte estos días, cree que dentro del estilo clásico la obra por antonomasia es 'El lago de los cisnes'. «Reúne todas las características. Es una obra de un gran virtusismo técnico y artístico y la historia es bien conocida», recuerda.
A través de un proceso colaborativo los participantes, 21 niños en el taller infantil y 18 adolescentes en el de jóvenes, están creando en conjunto una coreografía que será presentada este fin de semana como culminación del curso. «Me gusta mucho que el Centro Botín haya incluido la danza en sus talleres y comparto su afán por despertar la creatividad», explica.
Y sobre la danza de Cantabria reconoce que aunque desde que se fue han proliferado el número de compañías contemporáneas y hay un gran número de bailarines de esta región en importantes compañías de todo el mundo: «Es una pena que no se programen más espectáculos, porque hay un público entendido», concluye.
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