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Un clásico incómodo, ayer y hoy
Disección del gran narrador realista

Un clásico incómodo, ayer y hoy

El 2020 será un año para recordar a Benito Pérez Galdós, autor cumbre de la literatura española, en su centenario

Sábado, 4 de enero 2020, 07:47

Cuando pasen los años, cuando transcurra el tiempo, se verá lo que España debe a Galdós; en más de cien volúmenes ha trabajado porque despierte España y adquiera conciencia de sí misma». Esto aseguraba Azorín en 1912, cuando le dedicó todo un capítulo de su obra 'Lecturas españolas'. Una encendida defensa de don Benito que, curiosamente, ni siquiera había fallecido todavía. Curioso casi, en proporción inversa al Cid Campeador, el de aquel que es encumbrado a la posteridad literaria sin haber pasado aún a mejor vida.

La cuestión es que los años ya han pasado, nada menos que cien desde su muerte, así que es el momento ahora de hacer balance y comprobar si Azorín estaba en lo cierto, si esa España, o lo que queda de ella, ha reconocido lo que debe a Galdós o si, como apuntaba Ortega y Gasset en su necrológica del diario El Sol, «la España oficial, fría, seca y protocolaria» sigue sin rendir el merecido «homenaje al patriarca». Pero, ¿por qué ese título oficioso de patriarcado? Sobre todo, en una literatura tan poco dada a las genealogías, y mucho más afecta al ajuste de cuentas generacional, a la muerte del padre o, a la inversa, a emular a Saturno con sus hijos. La clave la tiene, cómo no, Azorín.

Si hubo un autor empeñado en el cambio de siglo fuera efectivo también en literatura, ése fue Azorín. Martínez Ruiz enterró –es un decir, pues lo hizo en páginas y páginas, sobre todo de papel prensa– a la gran mayoría de autores decimonónicos, con el Nobel José Echegaray a la cabeza; representaban una concepción imperial de la realidad española –la inconsciencia, la exaltación, la irreflexión– «que nos ha llevado a la ruina». Pocos escapan de las iras de los noventayochistas. Entre ellos, un Galdós que, junto a una nutrida legión de lectores, contaba también con todo un movimiento en su contra: el antigaldosismo.

La Fontana de oro
1870

La Fontana de oro

El autor publica ésta, su primera novela, a los 27 años. Con ella comienza su crónica política y social.

El Audaz
1871

El Audaz

La influencia francesa en España vertebra una de las novelas de juventud más destacadas de Benito Pérez Galdós.

¿Qué vieron aquellos jóvenes rompedores en el ya viejo maestro canario? Azorín, con sus aspiraciones libertarias, exigía a la literatura contenido social e incluso militancia. Y Galdós, aunque a pesar de su agitada actividad parlamentaria no era exactamente un político, es para él un 'artista social', cuyas novelas reproducen con fidelidad la vida española, pero además contienen «ideas universales, sentimientos que laten en el corazón del hombre moderno, sin distinción de nacionalidades». El canario, por su parte, se dejaría querer, y saludó a la naciente Generación del 98 –que entonces aún no se llamaba así– en su propia revista, Electra, arengando a los nuevos escritores a trabajar en pro de la justicia social. Galdós, así, consiguió salvar de un salto el abismo generacional, jugando a partir de entonces entre líneas y presentando su candidatura al parnaso, porque contribuyó «a crear una conciencia nacional», pues los mismos españoles desconocían la realidad española, sus paisajes, sus pueblos y ciudades. Como explican los investigadores Manuel María Pérez López y José Luis Cabezas, Azorín defiende que la obra galdosiana supera la larga tradición realista de la novela picaresca y similares, para sustituirla por «un realismo nuevo, socialmente trascendente, que relaciona los hechos visibles con sus causas».

Texto: Fernando Pajares

El Galdós político: un liberal unido al pueblo

Ríos de tinta se han escrito sobre el mejor escritor español después de, o junto a, Miguel de Cervantes. Pero cuando este 4 de enero se cumplan cien años de la muerte de Benito Pérez Galdós, habrá que recordar también a ese hombre político que demostró su gran compromiso con España y con la clase trabajadora. También estuvo muy vinculado con Cantabria, ya que pasó muchas temporadas en Santander.

Son muchos los escritores y críticos literarios que, siendo cervantistas, ponen a Galdós junto a, o incluso por encima del autor del Quijote. El Instituto Cervantes y la Comunidad de Madrid van a traducir su obra a otros idiomas para «internacionalizar su figura», como dijo Luis García Montero, director del «Cervantes», algo que a su juicio ha de hacerse con el mismo orgullo que sintieron los franceses al difundir las joyas de Flaubert o los ingleses las de Dickens. Entre los homenajes al escritor destaca la exposición «Benito Pérez Galdós. La verdad humana» que puede visitarse en la Biblioteca Nacional.

Menos conocido es el hombre político. Siempre republicano, Galdós frecuentó los círculos liberales para pasar al republicanismo moderado y acabar uniéndose a Pablo Iglesias en la Conjunción Republicano-Socialista (1909). Tres veces diputado, su activismo político más intenso fue durante la última década de su vida. El hombre político, patriota hasta la médula, se hizo decidido regeneracionista. Un joven Federico García Lorca escribió «...Yo recuerdo con ternura a aquel hombre maravilloso, a aquel gran maestro del pueblo, don Benito Pérez Galdós, a quien yo vi de niño en los mítines sacar unas cuartillas y leerlas, teniendo como tenía la voz más verdadera y profunda de España».

Pero ha transcurrido, decíamos, todo un siglo desde su muerte, y aunque a su funeral acudieron treinta mil personas, su huella se ha ido difuminando. Desde luego, nunca va a ser tan omnipresente como cuando todos le llevábamos en el bolsillo, y no en las estampitas que tanto detestaba sino en los billetes de mil pesetas de finales del siglo XX; qué ironía, a él, que nunca le alcanzaba el dinero porque, en realidad, no le importaba lo suficiente. Esa moneda es ahora un recuerdo, pero aunque ya no veamos los grabados con su rostro, su legado sigue presente no sólo a través de su obra, sino de las influencias que apuntaban autores como Azorín.

Si Galdós se ganó muchas enemistades en vida –empezando por la Iglesia y los círculos conservadores, que en 1912 y 1913 orquestaron una furibunda campaña para impedir que concedieran el premio Nobel a un reconocido anticlerical– e incluso póstumas –el apelativo de 'el garbancero' se lo endosó nada menos que Valle Inclán en 'Luces de bohemia'–, no fue sin cierto motivo: desde la prensa atizó sin rubor a diestra y siniestra: moderados, carlistas, populistas, revolucionarios a lo parisién… Así que, para demostrar que la España de don Benito ni ha cambiado ni cambiará nunca, para algunos autores se convirtió en tradición denostar a Galdós; Benet –«una desgracia nacional», llegó a declarar–, Umbral y hasta, sorprendentemente, Julio Cortázar conspiraron contra su memoria, pero no pudieron frenar la corriente realista de autores como Muñoz Molina, Julio Llamazares o Almudena Grandes. En ellos late su voluntad de representar el mundo con fidelidad, pero también con visión crítica. Un mundo que no ha cambiado tanto como pudiéramos pensar.

Episodios nacionales
1872-1912

Episodios nacionales

Obra magna de Galdós compuesta por 46 novelas que retratan con maestría la sociedad española.

Doña Perfecta
1876

Doña Perfecta

Perteneciente a la serie 'Novelas de tesis', esta obra fue publicada por entregas en 'La Revista de España' en 1876.

Si los jóvenes del 2015 pretendían denunciar a la 'casta', Galdós ya se les había adelantado siglo medio antes; sólo que él les llamaba 'oligarquía'. En su guerra personal contra esa injusticia no saldría demasiado bien librado, como tampoco en otras facetas íntimas, que últimamente se están sacando a la luz, al albur de las conmemoraciones.

Su vida privada, ya explotada en su momento convenientemente por Ramón Pérez de Ayala, probablemente daría para una serie taquillera, pero no menos que su ingente obra literaria, que más allá de su lugar en los temarios escolares –por mucho que ahora mismo no figuren entre las lecturas obligatorias, lo que casi podría jugar a su favor en la búsqueda de futuros lectores–, es ahora mismo carne de filmoteca, en virtud de las adaptaciones cinematográficas y televisivas a cargo de primeros espadas del séptimo arte como Luis Buñuel o Mario Camus. ¿Por qué no un rescate a mayor escala? Su obra ingente invita a ello, y serviría para demostrar que no ha perdido ni un ápice de gancho para el público. ¿Por qué? Precisamente porque, como apuntábamos, su España se parece tanto a la nuestra… Y sus protagonistas, sus personajes, sus españoles, seguimos siendo los mismos.

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