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Es verdad que su nuevo libro concluye entre la apelación a responder a los desafíos y un halo de esperanza, pero el pesimismo y ... el aire de desolación atraviesan su reflexión: «La tentación de un populismo multitudinario se ve favorecida por una serie de cambios sociales que han hecho a los individuos especialmente inclinados al egoísmo y el miedo». El exsecretario de Estado de Cultura, también de Sociedad de la Información y Agenda Digital, José María Lassalle (Santander, 1966) publica esta semana 'El liberalismo herido' (Arpa Ediciones). Su «reivindicación de la libertad frente a la nostalgia del autoritarismo y la amenaza de la vuelta de un fascismo tecnologizado» recorren su nuevo ensayo, que disecciona la deriva del sistema democrático a través de las sucesivas crisis.
-En síntesis, ¿qué radiografía traza en 'El liberalismo herido'?
-El liberalismo debe renovarse críticamente y contribuir a una resignificación hospitalaria y amistosa de la democracia. Reivindico una libertad con propósito ético, que construya comunidad desde ella y para ella. Una libertad renovada que busque sentido y devuelva a la democracia liberal capacidad de respuesta frente a la nostalgia autoritaria que se abre camino animada por el deseo de que alguien decida por nosotros.
-Con la perspectiva adecuada -este pasado reciente y este presente que ya no tiene medida-, ¿el intelectual Lassalle no piensa que perdió mucho tiempo con el Jose María político, secretario de Estado e ideólogo del PP?
-Lo de ideólogo del PP forma parte de la leyenda... No lo fui nunca. Aporté algunas ideas que cayeron en saco roto, como se vio y se ha visto. Para mí la política ha sido una experiencia personal irrepetible. Me ayudó a conocer mejor la vida. A comprender lo que quería realmente: ser y pensar fuera del corsé de unas siglas para crecer personalmente juntos a quienes quiero y elijo.
-¿Se ha postulado como pitoniso con sus tres libros?
-No, aunque las reflexiones que contienen 'Contra el populismo' y 'Ciberleviatán' se han visto confirmadas desde 2017 para acá. Eso me agobia a la hora de pensar que El liberalismo herido acierte también...
-Habla de una «reivindicación de la libertad frente a la nostalgia del autoritarismo». Pero, más allá de la responsabilidad ética individual, ¿quién puede encabezar esa llamada? ¿Piensa en algún tipo de liderazgo?
-En el liderazgo de la propia sociedad. De una multitud de ciudadanos que sea consciente del peligro de dejarse llevar por el odio que nace de culpar a los otros de nuestros malestares y por la fatiga de pensar el mundo desde un individualismo que piensa el éxito en términos materiales. Si viéramos al otro más allá de la utilidad y comprendiéramos que es un espejo de nuestra vulnerabilidad, romperíamos el bucle de enemistad y atomización que alimenta el autoritarismo.
-¿Solo cabe ser escéptico ante la burda manipulación del concepto de libertad, convertido en un mantra manoseado y gastado?
-La libertad, o tiene un contenido ético, o no es libertad, sino licencia para hacer lo que quiera el más fuerte sobre el más débil.
-¿El populismo exprime la pandemia para ganar terreno?
-Claro, porque se nutre del miedo que proyecta un mundo de catástrofes para las que nuestro marco institucional es insuficiente porque no fue pensado para un sin fin de situaciones excepcionales que nos ponen a prueba.
SILICON VALLEY
HUMANISMO TECNOLÓGICO
VOX
-¿Y, sin embargo, no es más grave la desigualdad creciente, desde las propias vacunas hasta las condiciones de vida más elementales?
-La desigualdad es el desafío que tenemos por delante. Material, claro, pero, sobre todo, cognitiva. Esta última tiene que ver con la debilidad crítica con la que se desarrollan nuestras habilidades digitales dentro de los procesos de automatización que libera el capitalismo cognitivo. El gran debate está en cómo garantizar la igualdad de oportunidades ante las pantallas y desde ellas.
-Dice en su libro que «el desenlace hasta el momento es desolador: nos falta seguridad, no tenemos prosperidad y tampoco salud». ¿Entones, estamos necesitados de movimientos 'revolucionarios', de acciones que pasen de la teoría del pensamiento a una pragmática rupturista?
-Hay que combatir intelectualmente el odio, la mentira y la intolerancia que brutalizan la política cotidiana. Hay que romper radicalmente con los que reclaman que la democracia sea una guerra cultural permanente por el control de las mentalidades. La democracia, como decía Dewey, es una conversación educada que busca el diálogo socrático, no una discusión aguerrida que quiera la humillación intelectual del que está enfrente.
-¿Esta es ya una sociedad agotada, asfixiada, que asiste al espejismo del bienestar que vive cada día abusos y contradicciones en un bucle sin nadie que la represente?
-Es una sociedad al límite de sus resistencias civilizadas. La mochila de malestares, reproches, incertidumbres, angustias e ira empieza a ser demasiado pesada para los hombros de la democracia. Decía Cervantes que había que llevar la libertad con peso sobre los propios hombros de nuestro gusto, y creo que el peso empieza a aplastar el gusto. Por eso la nostalgia de un soberano que nos libere de esa mochila.
-Su 'Ciberleviatán' es ya el Gran Hermano del caos?
-Es un Gran Hermano debido al Biggest Data que libera la pandemia al favorecer una hiperconectividad que nos radiografía sin parar por dentro y por fuera. Pero es un caos, también, porque destruye nuestra resistencia psicológica. Vivimos bajo una constante dislocación temporal y una permanente dispersión de actividades diarias. Estamos atrapados por una confusión absoluta de planos que nos convierten en una especie de San Sebastián al que atraviesan infinidad de vectores en tiempo real. Nos cruzan de arriba abajo conectividades en tiempo real que mezclan en nuestra psique lo profesional, el ocio, los afectos, nuestra dimensión pública e íntima o cómo socializamos e interactuamos... El desenlace es que en Estados Unidos hay 100 millones de norteamericanos que consumen diariamente ansiolíticos... La pregunta es: ¿y en España?
-La ocupación del Capitolio es una de las imágenes icónicas de su reflexión. ¿De aquellos lodos....? ¿La democracia hace mucho que permite crecer en su interior a sus propios bichos?
-Creo que ha desarrollado una enfermedad autoinmune que ha despolitizado y empequeñecido la democracia y ha politizado y agrandado el Mercado. Esto ha sucedido bajo una Modernidad tardía que mutó en posmodernidad bajo la hegemonía del neoliberalismo. La crisis de 2001 y las recaídas de 2008 y 2020 nos han traído hasta aquí. La Ilustración oscura que preconiza la derecha alternativa estadounidense y propaga la Internacional Reaccionaria han nacido de sentimentalizar la democracia.
-Siga con su bola de cristal: ¿hacia dónde avanza esa nueva mutación de la democracia?
-Hacia lo que Rosanvallon denomina una democradura. Una dictadura con apariencia democrática.
-¿Dónde crece esa multitud libre de la que habla en el libro?
En quienes piensan qué hacer con la huella digital que dejan detrás y reflexionan sobre las consecuencias de vivir bajo algoritmos.
-¿Nuestra libertad personal es inevitablemente cada vez más pequeña?
-En la medida en que perdemos curiosidad por experimentar con nuestras elecciones y aumenta nuestro miedo a equivocarnos con ellas, la libertad se reduce y degrada. No solo perdemos libertad cuantitativa sino, sobre todo, cualitativamente.
-¿Silicon Valley es el paraíso virtual del nuevo poder?
-Es mucho peor. Es la sede de un poder aristocrático que no quiere ser controlado por la democracia. Es el Olimpo de los superhombres soñados por Ayn Rand.
-Apunta que «el humanismo tecnológico debe abordar una reflexión profunda sobre la autenticidad del ser humano ante las decisiones que aumentan nuestras capacidades tecnológicas como especie». ¿Pero si el propio humanismo está sumido en una crisis de identidad, dónde reside esa autenticidad?
-En ese territorio inhóspito hay que pensar, precisamente, el humanismo del siglo XXI. Hay que descubrir dónde reside la dignidad humana bajo la automatización estructural del mundo.
-En esa «relación de alteridad artificial que empezamos a desarrollar con las máquinas», ¿no estamos a la intemperie, desamparados, como los personajes de 'Nomaland'?
-El debate es más intenso aún. La víctima no solo puede ser el ser humano, como sujeto pasivo que se vea desplazado por la máquina, sino la máquina misma en la medida en que vaya desarrollando una autonomía cognitiva y se aproxime a su singularidad. Entonces, como se planteaba en 'Blade Runner', ¿quién la protegerá de nosotros? ¿Estamos dispuestos a reconecerle un estatuto moral autónomo con relación a su creador? ¿Cómo gestionaremos emocionalmente el contacto con la alteridad radical que es un «otro» artificial? ¿Permitiremos que discuta nuestras decisiones? ¿Será siempre una criatura instrumental o admitiremos que pueda ser un fin en sí mismo como afronta Hal en '2001, una Odisea del Espacio'?
-Lo ha insinuado a veces. Con su capacidad de observación, ¿no le tienta definitivamente el asalto a la novela?
-Sí, la voy dando vueltas, rumiándola y documentándome. La tesis está y el argumento también. Aterrizarlo en una trama llevará su tiempo. Pero, quizá, antes, abre los siete sellos de mis Diarios... Algo que exige desnudarse y mostrar las heridas también. Voy escribiéndolos desde 1999, aunque no sé si estoy preparado para ello.
Debates y fascismo
–Ahora que ve los toros, miuras y mansos, desde la barrera...¿Los debates, el nivel político, los argumentos y los gestos que se suceden en la campaña de Madrid no le provocan vergüenza ajena?
–Siempre he ejercido de flâneur... Observo activamente donde estoy. Y juzgo. Creo que la campaña de Madrid es un laboratorio electoral. Se han ensayado los prototipos, los dispositivos y las estrategias de la Madre de todas las Batallas que serán las elecciones generales. Es más, se ha buscado saber hasta dónde está dispuesto a resistir el contrario y, sobre todo, la sociedad a la que se destinan las consignas. Decimos que nuestros políticos son mediocres pero es la sociedad la que organiza y hace posible esa mediocridad.
–Vox se postula como fenómeno. ¿Pero la ultraderecha (subliminal, al acecho, latente) no estuvo siempre en el ADN de la sociedad española?
–Totalmente de acuerdo. El día que el fascismo encontró la excusa y el relato para desnudarse sin pudor, lo hizo. El dogmatismo y la ortodoxia están en el ADN del inconsciente colectivo nacional. Se escondieron por vergüenza pero ahora muestran toda su brutalidad. Aunque del otro lado, hay que decir que el fenómeno de brutalización populista también ha florecido... Goya lo vio en 'La Riña'.
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