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Entorno, guerras y orgullo enmarcan las miradas de Eduardo Lostal sobre las otras culturas. Un retrato coral y plural de supervivencia, 'Más allá de la globalización', que el fotógrafo, viajero y escritor santanderino sintetiza ahora en un proyecto doble editorial y expositivo. «Como ... una gran marea que arrasa con los últimos vestigios de singularidad entre seres humanos, la globalización también avanza, borrando las huellas del pasado. Sin diques de contención que lo detenga, este tsunami anexionador amenaza con hacer desaparecer bajo sus aguas a cientos de pueblos y culturas, tan anacrónicas como milagrosamente aferradas a sus raíces».
Tras esta radiografía entre la denuncia, la coyuntura y el signo de los tiempos se halla el objetivo, la visualización y la crónica que Lostal viene trazando en sus viajes y en el testimonio y relato gráfico con los que se adentra en esos 'Confines' que ahora plasma en un libro y una exposición.
El Casyc de la Fundación Caja Cantabria exhibirá este otoño un itinerario fotográfico que revela a través de diversas geografías humanas, culturales y civilizaciones, tan cercanas como demasiado lejanas, plasmado en una exposición de treinta y cinco retratos y espacios, rostros y gestos, convivencias y colisiones, paisajes humanos en los que están tatuados la supervivencia y el paso del tiempo, las referencias ancestrales y esas otras huellas del hombre y su vínculo con la tierra.
El libro paralelo, 'Confines', configurado por aproximadamente 280 fotografías, tanto en color como en blanco y negro, se postula como una recopilación de sus mejores imágenes, tomadas a lo largo de una vida de viajes a los rincones más remotos del planeta. Imágenes que muestran sociedades y grupos humanos, que siguen ancladas en el pasado. Si bien es esencialmente fotográfico, se incluyen algunos textos que subrayan sus señas de identidad, tanto en español como en inglés.
Lostal lleva prácticamente tres décadas recorriendo las últimas orillas intactas del planeta, tras los restos de un naufragio llamado diversidad. Este viajero y fotógrafo de nuestro tiempo invita a un viaje «a lo largo de esas orillas, cada vez más estrechas, donde la presencia humana conserva sus propias características».
Para aquellos amantes del misterio y la aventura, trotamundos y viajeros de «un mundo diferente», el libro sale a la luz como una guía esencial con la que poder encauzar sus pasos. Como viajero Eduardo Lostal (Santander, 1959) se ha adentrado en los rincones más recónditos del planeta. «Las distancias que ha recorrido no sólo se miden en kilómetros, sino también en siglos. Es un gran conocedor de la cultura tribal africana, continente que ha visitado en más de treinta ocasiones y que ha motivado la mayor parte de su trabajo como escritor y fotógrafo».
De su labor gráfica, 'Confines (Más allá de la globalización)', nace este primer libro, si bien sus imágenes han sido mostradas en varias exposiciones y publicadas en prensa y revistas. Y como escritor, es autor de dos novelas, ambas localizadas en su amada África: 'Oí silbar a las acacias' (2013) e 'Hijos de un país sin Dios', publicada hace apenas tres años.
La atracción que Lostal siente hacia el continente africano le ha inspirado cientos de fotografías y también esas dos novelas. Viajero intrépido y gran conocedor de las culturas tribales, su fascinación por Áfica y sus gentes le lleva a poner negro sobre blanco algunas de sus vivencias.
«Una de las cosas que más me gusta de este continente es que muchos africanos han decidido emplear su talento en la mejor forma de alcanzar la felicidad. Aquí, en el llamado primer mundo lo usamos para hacer negocios, ellos lo utilizan en exprimir el día a día de la mejor forma posible».
Y es que, según ha explicado con insistencia, «hay muchas Áfricas y muchas realidades: la urbanita, la tribal, la musulmana, la negra... y casi todas muy desconocidas». Por eso le indigna ese escaso interés que tiene para el resto del mundo lo que ocurre en esos países. «Con el ébola, por ejemplo, es una enfermedad que afecta a África desde hace muchísimos años, pero no empezamos a movilizarnos hasta que no llegó a Europa».
Los trayectos que refleja la muestra están centrados en los últimos trece años. Los escenarios más recurrentes son el continente africano (especialmente, Kenia, Angola, Etiopía y Sudán del Sur), las antípodas (Indonesia y Papúa), las regiones heladas (Siberia, norte de Mongolia), el Amazonas venezolano y algunos países asiáticos que aún conservan reductos de lo que fue su esencia y tradición: Bután, Myanmar, China (Sichuán, Guizhou), India, Nepal... Lostal ha perseguido siempre formas de vida que retrotraen a los orígenes del hombre, esas otras realidades al margen de la globalización. Con ese fin, se ha adentrado en parajes tan exigentes como las selvas de Irian Jaya (Papua Occidental), Amazonas, el desierto del Danakil (Etiopía), la tundra siberiana, el norte de Mongolia, el Sahel; o países en conflicto, como Sur Sudán, Angola o la República Centroafricana, entre otros.
En el libro, con intención de «exclusividad», ha incorporado reportajes de tribus y culturas muy poco fotografiadas o incluidas en volúmenes de esta índole, como las tribus del Sur de Sudán (Jié, Toposa, Nyangatones) o Angola (Muhacaonas, Muhimbas, Mumwuilas, Mucucals), o los nómadas Nenet de Siberia; los chamanes Tsaatan del norte de Mongolia; y los cazadores de ballenas de la isla de Lamalera, en Lembata (Indonesia).
En su opinión, las tres razones de peso para que las culturas retratadas, algunas de vocación ancestral, hayan conseguido «sobrevivir al mimetizador empuje de la globalización», conservando prácticamente intactas sus singularidades, son: el entorno, las guerras y el orgullo. Aunque las tres podrían resumirse en una sola: «Aislamiento».
Pueblos hechos a un medio tan hostil, que la vida humana se antoja inconcebible. Grupos humanos aislados del exterior por interminables conflictos armados Y, finalmente, sociedades que conocen las bondades del progreso y, a pesar de ello, «han decidido libremente ser quienes son, como son, como siempre han sido, aún a costa de llevar una vida en algunos aspectos más severa, en favor de su propia singularidad».
Lostal, al margen de la muestra ilustrativa, matiza que el libro no pretende ser sólo una recopilación de su trabajo -o más bien su pasión - como fotógrafo, a lo largo de una vida de viajes en el espacio y en el tiempo, sino que «aspira a erigirse en fuente inspiración para otros, lo mismo que yo fui inspirado por grandes fotógrafos y aventureros cuando era tan solo un soñador de aventuras; un soplo de aire fresco y también, por qué no, de entusiasmo, para aquellas almas inquietas, como la mía, que no se resignan a vivir en un mundo de seres humanos fabricados en serie; un mundo sin matices, inevitablemente globalizado; una casa, dividida de habitaciones uniformes e impersonales; sino algo mucho más grande y enriquecedor».
A su juicio, «cada una de esas imágenes encierra una historia; recuerdos y sensaciones, que hacían difícil decidir cuáles debían ser incluidas en el libro y cuáles no».
Y en tono confesional Lostal apunta que al evocar «aquellos pioneros de finales del XIX o principios del XX, que hacían de la aventura una forma de vida, me invade una gran nostalgia. Entonces pienso en las generaciones venideras, que probablemente no podrán ver lo que vieron mis ojos».
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