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Antes de meterse de lleno en el festival 'Espiral contemporánea' o lo que es lo mismo tres días intensos de danza que se han sucedido ... esta semana por las calles de Santander, Cristina Samaniego acababa de regresar de un encuentro internacional de teatro que se realiza desde hace 24 años en Asturias, una inmersión teatral intensiva de cinco días en los que «no paramos», dice. Todas las ediciones se repite el mismo comentario entre los participantes: ¿Cómo es posible que estos espectáculos no se estén viendo? «Nos consideran raros, haciendo algo diferente -argumenta- algo contemporáneo que nadie va a comprar y nadie va ir a ver. Pero cuando ocurre, el público queda encantado».
Una muestra de ello es la respuesta que ha tenido el festival, en el que han participado trece compañías de España, Italia a Israel con un programa configurado a través de exhibiciones, encuentros, demostraciones de trabajo y proyecciones. El balance de la organizadora es directo: «Lo maravilloso de esta edición es que hemos vuelto a la calle».
En un primer balance, relacionado con los espectáculos que se han mostrado destaca haber logrado traer a Cantabria, tras varios años intentándolo, a la compañía de Sharon Fridman, con un programa doble: 'Hasta dónde?', con casi 12 años de andadura, que simboliza el inicio de un recorrido, y la segunda parte, 'Go figure', una nueva obra aún en proceso de creación. «Hay un trabajo bellísimo de empatía, de soportes y apoyos -describe la coreógrafa- Su manera de trabajar y entender la danza tiene mucho que ver con un aspecto de su vida que le llevó a investigar sobre el uso de los cuerpos y su sostén».
Con cada año de programación, y van ocho ediciones, el objetivo global es reivindicar la danza contemporánea y hacer partícipes a los viandantes de las últimas propuestas. ¿Cómo se logra? Los primeros años, allá por 2014, recuerda Samaniego, el mero hecho de salir a la calle ya fue un bombazo. «Cuando empezamos, prácticamente no se programaba danza contemporánea en Santander y nuestro espacio constataba que los bailarines que venían buscando esas clases no las encontraban en otras escuelas». La meta era que la gente viera la danza y más tarde, «la reclamara».
Resumir los valores que aporta la danza no es una tarea sencilla. Son demasiados, para esta veterana bailarina. Las artes escénicas en general, tanto el teatro como la danza, «son actos creativos participativos», dice. «Aunque bailes solo en una clase de danza, estás compartiendo el movimiento y la capacidad de expresar con todo tu cuerpo con otros seres humanos que lo están haciendo junto a ti». Esa expresión sirve para «conectar tu cuerpo con tu mente de una forma directa. Dejas de pensar para empezar a crear. Te enlaza con lo onírico», expone con una gran pasión.
Cristina Samaniego baila todos los días desde hace muchos años. «Mi cuerpo lo necesita y si me paro quieta, las junturas empiezan a doler», bromea. Así, todas las mañanas, muy pronto, entrena. Sobre todo si está en medio de algún proceso creativo, momento en el que lleva el cuerpo «un poco más allá».
Durante el parón pandémico Samaniego recuerda que entrenó y se movió más «que cuando no estábamos parados». Por la mañana y por la tarde se encerraba a moverse «porque si no me daba algo», explica. De aquella actividad a puerta cerrada surgieron dos líneas de trabajo que se han convertido en espectáculos, una consecuencia que vivieron otros compañeros. «La música nos traslada y nos lleva a imágenes y cuando lo conviertes en movimiento, es absolutamente liberador. Es una forma de encontrarse a través del arte».
Desde que comenzara su epopeya por sacar la danza a la calle «han pasado muchísimas cosas». Algunos cambios han sido para mejor; «Ahora existe una red que ha unido la danza en Cantabria y eso fue surgiendo a partir de nuestro trabajo con La Espiral y en ese sentido estamos muy orgullosos», reivindica.
Otras cosas, no han cambiado tanto. Esa carga de positividad que supuso la cultura en la época más dura del confinamiento fue útil, pero, lamenta, «luego volvemos a la normalidad y se nos olvida enseguida». «Los creadores volvemos a encontrarnos con los mismos problemas económicos, con las mismas dificultades para que se programen nuestros espectáculos y puedan llegar al público. Es terrible ver que funciona y que no lo puedas vender».
La valoración de los artistas que han participado en esta cita, destacando que Espiral Contemporánea mima a los bailarines y se ha convertido en una plataforma para ellos, es un motivo de satisfacción absoluta. «Buscamos el encuentro todo el tiempo. Del público con los creadores, de los creadores con los programadores. Desde todos los puntos de vista».
Por eso, cumplir otra edición arropados en las calles, es una meta cumplida: «Nos sentimos muy acompañados y ver cómo la gente disfruta y lo que te dicen, es un subidón. Me emociona mucho».
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