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Colas en la puerta desde media hora antes de empezar, las dos salas de Casyc llenas, medio centenar de personas que no pudieron entrar pero lo siguieron desde el bar 'Bolero' que lo transmitió en directo, y un nerviosismo palpable en el ambiente. Silvia ... Federici fue recibida ayer en Santander como la figura referencial que representa; pionera del feminismo, profesora, historiadora, escritora, una fuente de saber que se empeña, a sus 82 años en seguir compartiendo las lecciones aprendidas porque la lucha de su movimiento continúa. Así lo demostró ayer en Santander, de la mano de La Vorágine, en la que fue su primera visita a Cantabria, para ofrecer la conferencia 'La caza de brujas como origen del capitalismo y herramienta del patriarcado'
-Si como dijo, fue una feminista antes de tiempo, ¿qué clase de feminista es en la actualidad?
-Ahora soy una feminista anti capitalista, anti colonial, anti desigualdad... Una feminista que lucha por mejorar la condición de la mujer y para mejorar la sociedad. Pienso que no se puede cambiar la situación de las mujeres sin un cambio sistémico. Claro que es un proceso, pero es importante juntar la lucha contra el patriarcado con la lucha contra todas las desigualdades y las injusticias sociales. No hay un mundo feliz de mujeres liberadas en un mundo colonizado, imperialista, explotador de la vida humana. Por eso veo la lucha feminista como la que se debe hacer, en general, por una sociedad más justa.
-¿No entiende, entonces, las luchas por separado?
-No. No creo que puedan estarlo. Creo que hay un movimiento feminista autónomo, sin duda, pero un movimiento que no puede ignorar, olvidar las otras injusticias sociales. No hay una liberación de la mujer que no sea también una lucha contra el racismo, contra la devastación de la naturaleza, que aspire a una sociedad diferente, que no se funde sobre las jerarquías sociales.
-En su época más reciente, el movimiento evoluciona y se fragmenta, choca contra sí mismo.
-Sí, es un dolor, una pena, porque necesitamos un movimiento unificado, porque la cuestión de fondo es muy clara. No comprendo esa división.
-¿Cree que es una división interna o alimentada desde el exterior?
-Creo que muchas veces se alimenta desde fuera. Estamos viendo cosas que no me parece que surjan del movimiento mismo. Vivimos en una sociedad que ha estudiado científicamente la división, cómo impulsar ideas diferentes que no se pueden conciliar y crear el miedo ante determinadas posiciones.
-El miedo a lo diferente también está alimentando movimientos políticos en Europa, donde la extrema derecha se legitima.
-Se alimenta del miedo a los migrantes o lo que está ocurriendo con la política de exterminio de Israel que no se puede reconocer en algunos países, por ejemplo.
-¿Es optimista respecto a la evolución?
-No soy optimista ni pesimista. Soy realista y veo que vivimos en un mundo muy feo, un mundo terrible. Hablar de optimismo hoy, no tendría sentido, pero es cierto que el pesimismo es un lujo que no podemos permitirnos; se debe hacer lo que se debe hacer, confiando que será exitoso. No podemos ser derrotados antes de intentar los cambios.
-En el siglo XIV las autoridades francesas dejaron de considerar la violación como un delito si las víctimas eran mujeres de clase baja. ¿Pervive ese estigma en el siglo XXI?
-La violencia contra la mujer está creciendo en todo el mundo. Ellas están liderando luchas contra la devastación ecológica o la monocultura, por ejemplo, y se están practicando nuevas formas de violencia en su contra. La antropóloga Rita Segato ha escrito bastante sobre ello. Antes era doméstica y ahora es más impersonal, contra aquellas que defienden su territorio y sus comunidades. Es una violencia sexual y homicida.
-Hemos visto cómo un deportista declarado culpable de violación sale de la cárcel al pagar una cantidad determinada. ¿Qué mensaje se está dando?
-Un mensaje terrible. He hecho la introducción a un libro llamado 'La microfísica sexista del poder', que habla de un caso -Alcásser- de tres mujeres violadas en los años 90 y cómo la presentación mediática era otra forma de violencia, para justificarlo. Salían de noche, iban vestidas de determinada manera. La prensa lo enfocó de una modo que disciplina a las mujeres como si fueran culpables.
-Las palabras no son gratuitas
-Exactamente. Ha sido la respuesta tradicional; si te violan es tu culpa. Y aún no ha terminado, a pesar de que el movimiento actual de autodefensa es mucho más fuerte que hace veinte o treinta años atrás.
-Precisamente porque ha pasado ese tiempo y hay más fuentes de información, ¿las mujeres están aprendiendo a ser más independientes?
-Más autónomas, más independientes, pero eso no significa aisladas. No en vidas individualizantes, sino con vidas apoyadas en la cooperación. Ese es el camino para crear una sociedad más justa.
-Entre su generación, la que inició el movimiento en los años 60 y la actual, ¿hay buena comunicación?
-Estamos intentándolo, pero no siempre hay una buena comunicación generacional. Me lamento muchas veces de que entre la nueva generación se mira a las feministas de los años 60 como si estuvieran institucionalizadas y no fue así. De nuevo la prensa, ante la invasión del feminismo en distintas esferas, creó esa idea que no es cierta. En los años 60 las feministas eran tan subversivas que las instituciones sintieron el peligro desde un periodo muy temprano e intentaron domesticar el movimiento para que fuera más controlado y disciplinado. Se ha olvidado mucho de eso. Tengo 82 años, pero sigo viajando y hablando, como aquí, porque me interesa mucho dar continuidad a esa transmisión generacional, comunicar lo que hemos aprendido. Ellas son las que deben hacer las políticas del hoy sin ignorar la historia, viendo que su lucha es parte de algo más grande.
-¿Se veía el feminismo como algo peligroso?
-Sí y sigue ocurriendo. Las instituciones lo ven así, por eso se alimentan las divisiones. En el año 75 las Naciones Unidas intentaron controlar el movimiento para sofocarlo, en un momento en el que empieza una globalización que transforma la economía de Europa, Estados Unidos y los países que salieron del colonialismo. Se integra a las mujeres en el trabajo asalariado y se vende como emancipación a pesar de que entrar en los niveles más bajos y precarizados.
-Publicación referencial para varias generaciones, ¿qué supuso en su vida el libro 'Calibán y la bruja'?
-Ha sido muy importante. He trabajado en él durante 20 años. Con él aprendí la historia del capitalismo y me sirvió para entender el presente. Sigue habiendo caza de brujas en muchos países, se sigue matando mujeres. No habría podido comprender lo que ocurre hoy sin haberlo escrito. Es muy actual.
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