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En los inicios de los años 70, una joven periodista entraba a formar parte de la redacción de Televisión Española (TVE) en Barcelona. «Era la ... única mujer y aunque fui bien acogida por los compañeros, ya que era una redacción muy pequeña, parecía que tenía que dar las gracias por ello», asegura. Esa reportera es Rosa María Calaf (Barcelona, 1945) una mujer que ya forma parte de la historia del periodismo de este país. A día de hoy, y aunque ya está jubilada, es una de las corresponsales españolas que más noticias ha dado desde diferentes lugares del mundo, como el accidente nuclear de Chernóbil o el tsunami que asoló Indonesia en 2004 por poner dos ejemplos. Durante 40 años ha trabajado en 183 países –de 196 países reconocidos en la actualidad– y siempre ha tenido que demostrar «algo más que otros corresponsales varones». Así lo explicará esta tarde en Santander, a partir de las 19.00 horas, en la Sala María Blanchard del Palacio de Festivales, en el encuentro 'Mujer y periodismo', abierto al público, que ha organizado el Colegio de Periodistas de Cantabria con motivo del Día Internacional de la Mujer.
Calaf podría contar millones de anécdotas e historias que ha vivido a lo largo de su amplia carrera –de aquella redacción en Barcelona pasó cinco años después a la de Madrid, donde se encontró con otras dos compañeras– y, aunque insiste en que las «cosas» con respecto a la situación de las mujeres periodistas «están cambiando», aún tiene la percepción de que «todavía hay mucho que andar para que seamos consideradas como los hombres». Y es que reconoce que, aunque muchas voces hablan de igualdad en redacciones y en las empresas periodísticas, «hay quien todavía te felicita por cómo has salido vestida o por el buen aspecto que das en cámara. Se nos quiere hacer creer que las mujeres ya lo hemos conseguido todo, pero no solo no es cierto sino que en algunos ámbitos sigue habiendo voluntad de que retrocedamos en nuestros derechos», asegura. Esa falta de paridad la ve continuamente en los muchos foros, conferencias o mesas redondas en las que participa. «La mayoría de los ponentes siguen siendo hombres y no sólo en España, en todo el mundo. Y es algo que también se nota a la hora de conceder premios. Siempre pienso en las fotoperiodistas que, pese al gran trabajo que desarrollan, aún están en un segundo plano», afirma Calaf.
La situación «Lamentablemente a las periodistas nos siguen felicitando por la ropa que llevamos o el aspecto que damos en cámara»
La profesión «Hay que tratar la información con compromiso y delicadeza porque es un bien que sufre muchos atentados»
A toda esta lucha por conseguir la igualdad se suma el que para ella es otro de los problemas de las mujeres periodistas y que define como el «edadismo». «Cuando llegas a una determinada edad parece que si eres mujer ya no cuentas».
En su caso, la discriminación no sólo se ha notado en su puesto de trabajo. También en la vida cotidiana de los muchos países desde los que ha mandado sus crónicas. «Como siempre, depende del grado de democracia que tengan unos u otros. Pero no siempre hay que fiarse de esto porque por ejemplo en Japón, que para unas cosas es uno de los países más avanzados del mundo, con tantos avances tecnológicos y una economía puntera, las condiciones de las mujeres están muy por debajo de muchos países africanos», sostiene.
En donde sí que esta periodista ha notado cambios es en la forma de ejercer el trabajo de las corresponsalías. «En ellas se nota muy bien lo que, a mi juicio, son los males del periodismo: un sometimiento a la prisa y a lo efímero al que se suma una precariedad que antes no existía». Aún así, señala, nunca se ha arrepentido de haber elegido este oficio –«para mí no es una profesión, es un oficio»– que cree que hay que desempeñar con vocación de que «es un servicio público» y desarrollar con «compromiso». «Hay que tratar la información con delicadeza porque es un bien muy delicado que sufre innumerables atentados».
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Ana del Castillo
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