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Manuela Mena (Madrid/1949), doctora en Historia del Arte y miembro de la Comisión Asesora de Arte de la Fundación Botín, confiesa que cuando vio por primera vez el diálogo artístico que el artista Tino Sehgal presenta en el Centro Botín con el cuadro 'Adoración ... de los pastores' de El Greco no lo entendió muy bien. «Fue el pasado mes de octubre, el día de la inauguración y ya me volvía a Madrid un poco escéptica cuando me di cuenta de que aún tenía algo de tiempo antes de coger el avión. Decidí volver a la sala y contemplarlo un poco más. Y ese rato que yo creía que no superaría los diez minutos se convirtió en dos horas porque me quedé fascinada contemplando todo ese juego de figuras. Casi pierdo el vuelo, pero me fui maravillada porque es una obra para observar. Así que invito a todo el mundo a que haga lo mismo que yo. Que se fije un poco más», asegura. Esa contemplación la sirvió, según dice, para darse cuenta «de lo interesante que resulta ese jugueteo de los niños con sus madres que propone Sehgal y que es muy parecido al que sucede en el cuadro del Greco».
Ayer, miércoles, Mena volvió al Centro Botín a contemplar esas figuras al tiempo que mantuvo un encuentro con el público para enlazar esa pintura del siglo XVII en la que se puede vislumbrar un cambio sustancial del estilo de El Greco con la creación contemporánea y poner en relación dos obras de épocas muy distantes en las que los niños de corta edad son protagonistas de la escena. «Sehgal ha entendido perfectamente cómo establecer un diálogo con ese cuadro y con su propia obra y el resultado es una novedad absoluta. No he visto que en el mundo se haya hecho una cosa parecida». asegura. Mientras que la historia que narra el cuadro de El Greco es religiosa, la Virgen María con el Niño, un tema recurrente en la cultura del mundo occidental, el conjunto que se muestra en el Centro Botín tiene una nueva proyección: «De repente te das cuenta de que El Greco, como otros artistas, ha utilizado esa visión de la Virgen y el Niño de una forma sublime, que afecta a todo el que se para ante ese cuadro: a las madres, a las que no lo son, a los hombres, a los niños... Hay un gran vínculo entre esa escena frente a nosotros y la que nos propone Sehgal en el suelo».
Sobre 'La adoración de los pastores', el cuadro que pertenece a la colección de la Fundación Botín, la historiadora y comisaria de arte, destaca también su gran interés por el momento en que fue pintado. «Un tiempo de cambio profundo del artista producido seguramente por la propia ciudad de Toledo, de su magia, de su luz...» No hay que olvidar, recuerda, «que hasta ese momento el paisaje no era un género artístico valorado».
Vivimos un tiempo en el que la Inteligencia Artificial impera en nuestras vidas y se le pregunta a esta experta si es posible que acabe acaparando el trabajo de los artistas y los museos. «A lo mejor soy un poco optimista, pero escuchando cómo se está utilizando la Inteligencia Artificial en la música, me imagino que no va a entrar nunca en el arte. Al menos en este momento. Igual dentro de dos años te digo que ha aparecido el nuevo Miguel Ángel artificial, pero lo dudo mucho», responde con rotundidad. «En tal caso, podría utilizarse para hacer copias muy buenas o muy variadas de cosas ya existentes, pero nunca para crear algo nuevo».
Volviendo a la necesidad de pararse a observar las obras, como ella hizo con la pieza de Sehgal, reconoce que en ocasiones durante sus visitas a los museos observa cómo se comporta el público frente a un cuadro. «Normalmente pasa muy rápidamente su mirada por esa pintura y se va directamente a la tablilla en la que está la explicación, la lee y se va sin volver a mirar el cuadro. Es decir, que más de un 98% de las personas apenas ve el cuadro durante unos segundos. Y eso, creo que siempre va a existir, pero ese 2% que se queda frente a la obra podrá disfrutar muchísimo en un museo con cosas que es imposible que haga la Inteligencia Artificial. Y no sólo en el arte, tampoco creo que pueda a ocupar el lugar de la poesía y lo poetas».
Mena ha sido durante casi dos décadas jefa de Conservación de Pintura del siglo XVIII y de Goya en el Museo del Prado y forma parte del comisión asesora del Centro Botín, un lugar que considera referencia en muchos sentidos. Distingue entre lo relacionado con la nueva arquitectura y lo puramente artístico. Sobre lo primero destaca que «aunque tuvo sus oponentes en un principio estoy convencida que ahora mismo no hay nadie en Santander que desapruebe esa arquitectura fantástica, que entra dentro de la bahía y que capta a la perfección esa luz tan variada de Santander». El Centro, recuerda, ha sustituido a lo que era la sala de exposiciones de la Fundación Botín en la calle Pedrueca, y ahora mismo sería imposible volver a ese pasado porque este Centro ya tiene su repercusión internacional».
Pero lo que a esta historiadora más le interesa es «su proyección en las obras de los jóvenes artistas». Es decir: «la apuesta porque un artista importante sea durante unos meses la figura que atraiga a un grupo de jóvenes creadores para trabajar con él es algo que no existe en ningún otro museo del mundo y que le da un valor impresionante», concluye.
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